La Vanguardia

Almas talladas por Dios

Las Hermanitas de los Pobres luchan por mantener viva la obra de santa Juana Jugan en la Catalunya Central

- RAMON BALMES

No cesa de pedir e interceder por los pobres. Lo ha hecho siempre desde que consagró su vida a Dios a los 19 años. Es políglota y dicharache­ra. Una excelente comunicado­ra. Toca el piano en las fiestas de la congregaci­ón. Siempre sonriente y muy activa. “Nuestra entrega tiene que ser alegre”. Sor Elisa (Pamplona, 1935) es la más veterana de las cinco Hermanitas de los Pobres de Vic, una casa construida en el año 1900 bajo el patrocinio del obispo Josep Torres i Bages e inaugurada el día de San Francisco Javier del año 1902.

Cinco hermanitas hacen frente a alisios y contralisi­os por sacar adelante su obra. Pura aventura de fe. Junto a 12 ancianos resisten los inconvenie­ntes de las obras de remodelaci­ón de la residencia, en la periferia de Vic, con bellas vistas al Montseny. Otros 60 han sido trasladado­s a Girona y Barcelona. Unas obras millonaria­s que han puesto en jaque la continuida­d de la congregaci­ón en Vic. “Tenemos a San José, nuestro patrón, trabajando horas extras”, dice sor Montserrat (l’Albí, Lleida), madre superiora, 51 años en la congregaci­ón.

La clave está en el corazón de las hermanitas: trabajan para Dios. “Nuestra felicidad es ser Hermanitas de los Pobres”, asegura sor Montserrat. “En los ancianos pobres que acogemos está Jesús”, tercia Sor Elisa. Ancianos pobres, sin recursos, a veces olvidados. Pero devueltos a la vida.

A sus 81 años sor Elisa mantiene una mirada amplia y confiada. Llegó a Vic después de 40 años en Italia: Perusia, Bolonia, Roma, Sicilia y Génova. Esa pamplonesa del barrio de La Rochapea lleva en el corazón la vena misionera de San Francisco Javier. “Esta niña tiene vocación. Se le ve en la cara”, le dijeron un día a su madre las herma- nitas. “Que pruebe. No se quedará tres días ni atada”, contestó. “Pero el Señor me ató tan fuerte, que aquí estoy. Y muy feliz”, remata con vehemencia sor Elisa.

Dedica las mañanas a la colecta en las localidade­s de la Plana de Vic emulando siempre el espíritu de santa Juana Jugan, la humilde sirvienta bretona que fundó la orden en 1839 en Saint-Servan. La acompaña sor Ana Carmen (Salamanca, 1938). “Cuando tenía 16 años me cautivó el ambiente de las Hermanitas de Salamanca”, recuerda. Sor Ana Carmen pasó su juventud en Italia, “mi caro Milan”, Chile y Argentina antes de recalar en Barcelona y después en Vic. “Siempre estamos dispuestas a hacer la maleta”. Da igual donde las envíen. “Nuestras raíces son profundas”, tercia la madre Montserrat.

Sor Elisa y sor Ana Carmen ablandan los corazones de los benefactor­es y animan a la gente a compartir. Es caridad en acción. Camino evangélico en estado puro. “La gente no cree en los milagros. Nosotras los tocamos con las manos cada día”, explica la hermanita pamplonesa.

Y sor Montserrat gobierna la casa de Vic donde las horas se oran (plegaria matinal de una hora, santa misa, rosario, vísperas), pero sobre todo se laboran. Sor Marie Jeanne, sor Teresa Montserrat y la Madre son las encargadas de las tareas de hospitalid­ad y cuidado de los ancianos.

Sor Marie Jeanne buscó a Dios sin miedo desde niña. Nacida en una aldea de Kenia hace 53 años, recuerda que recorría hasta 30 km en medio de la fauna salvaje para asistir a la escuela. “Sentí que Dios me llamaba. Y ayudó el ejemplo de los Misioneros del Espíritu Santo, que habían dejado sus comodidade­s occidental­es por mi país”.

La hermanita keniata estudia teología, se ocupa de tareas de cocina y toca el tambor y la kayamba. Lleva ocho años en Catalunya, pero su background internacio­nal impresiona. Ingresó con 18 años en la casa de las Hermanitas de Mombasa, antes de ser enviada a Inglaterra, Irlanda y Escocia. Tras los votos perpetuos en la Tour SaintJosep­h (Rennes), desarrolló su tarea apostólica en París, Lyon, Nairobi y Benin.

Sor Marie Jeanne ilustra a la perfección el régimen de pobreza y apoyo exclusivo en la Providenci­a de Dios que practican las Hermanitas. “En la casa de París tuvimos serios problemas financiero­s. No podiamos pagar las nóminas. Una mañana, cuando todo parecía sin solución, nos visitó un empresario que dijo haber pasado la noche en blanco y donó cuatro millones de francos”.

Sor Teresa Montserrat ha vuelto a casa. Nació en Vic en 1938. “Quería ser religiosa. Tenía muy clara la llamada, pero no la congregaci­ón”. El comentario de una vecina despejó dudas: “Por nada del mundo querría que una hija mía fuera Hermanita”. Fue entonces cuando sor Teresa supo que Dios moldearía su particular alma en la congregaci­ón de Santa María de la Cruz Jugan.

Cinco hermanitas. Cinco almas talladas por Dios mantienen viva la obra de la santa bretona en la Plana de Vic, en pleno corazón de Catalunya. Una obra reclamada por los obispos Josep Morgades y Josep Torres i Bages, presente hoy en 31 países de los cinco continente­s. Los obispos dan ejemplo: Josep Maria Guix falleció en esta casa de Vic en junio de 2009 y Jaume Camprodón cumplirá el domingo los 90 años en la casa de Girona. “Quiero que me traten como a uno más”, dijo el obispo Guix a la madre tras ser admitido. “Hablaba con todos. Nos ayudó muchísimo”, recuerda hoy sor Montserrat.

En tiempos de crisis de vocaciones, la madre Montserrat tiene un mensaje: “Ven y verás. Da el paso y abre el corazón a Dios”. Y es que la fuerza de las Hermanitas de los Pobres, como recuerda sor Elisa, “está en la santa Cruz de Cristo”.

Ancianos sin recursos y olvidados vuelven a la vida gracias a la acción evangélica de las hermanitas

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LLIBERT TEIXIDÓ La madre Montserrat, sor Teresa, sor Elisa, sor Ana Carmen y sor Marie Jeanne, en el jardín de Vic

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