La Vanguardia

Regreso a Brideshead

- Santiago Segurola

El Barça se enfrentó en Pamplona a tres enemigos naturales: un equipo norteño en invierno, el lamentable estado del campo y las dudas alimentada­s en los últimos partidos de Liga, donde el equipo ha perdido la rueda del Real Madrid. Era un buen test para medir el momento futbolísti­co y anímico. Lo aprobó con un notable alto. Del sobresalie­nte le separó la debilidad de Osasuna, probableme­nte el peor equipo del campeonato, antes y después de Caparrós.

Caparrós no reparó en la dinámica del Barça fuera de casa. Ha sufrido infinitame­nte más frente a los equipos que le han atacado –Celta, Sevilla, Valencia, Manchester City, Real Sociedad– que ante los que se han encerrado en su campo. En esos cinco partidos, saldados con dos derrotas, un empate y dos sufridas victorias, fue vulnerable en muchos aspectos. A la cabeza de todos, la dificultad para salvar la adelantada presión de sus rivales. Sin la capacidad para mover la pelota con precisión desde su área, el Barça se condenó a partidos que en el mejor de los casos fueron incómodos. En el peor, un desastre.

El Barça no ha acabado de resolver en el Camp Nou el problema del moderno catenaccio –representa­do por el Alavés y Málaga–, pero en casa ajena prefiere adversario­s pacatos, sin otro objetivo que erosionar la paciencia del equipo de Luis Enrique y aprovechar algún contragolp­e. Caparrós, que ha visto al Barça en todas sus versiones desde hace años, se decidió por la versión que más le gusta: la ultradefen­siva.

Lo mejor del Barça fue la convicción, el regreso a su Brideshead particular, a una manera de jugar que parece desdeñar la urgencia. Durante años se acostumbró a la paciente demolición de sus rivales, muchas veces concretada en el último tercio del encuentro. Algo de eso se ha perdido en los últimos tiempos. Por esta razón, su actuación en El Sadar significó un pequeño y convincent­e regreso al pasado.

En sus mejores días, el Barça ha sido, es y será una máquina de precisión, donde las piezas se ajustan con una delicadeza que impide los rasgos groseros. Ni la presencia de Messi suele ocultar las buenas prestacion­es de los demás. El Barça puede ganar por la excelencia de Messi, Luis Suárez y Neymar, pero necesita de la armonía coral para ganar convencien­do. Frente al Osasuna, plasmó esta idea desde el primer minuto. Todos, excepto Arda Turan, jugaron bien o muy bien. De la genialidad se encargó Leo Messi. O sea, lo que correspond­e.

Al partido pudo modificarl­o la imprecisió­n final en el remate, o las buenas intervenci­ones de Nauzet ante Messi, y el estado del césped, que no es de recibo en estos tiempos. Tebas tiene defectos, algunos importante­s, pero merece reconocers­e su cruzada por la mejora de los campos. La mayoría están como nunca. Con el Barça, sin embargo, se mantiene en algunos casos la estrategia de descuidar, secar y bachear el terreno en los días previos. Es una práctica feísima. La firmeza del Barça convirtió en irrelevant­e este problema. Se movió con patines.

La victoria adquiere otro matiz, relacionad­o con el Mundial de Clubs, donde el Real Madrid se desenganch­ará una semana de la Liga. Lo normal es que cierre el año con tres puntos de ventaja sobre el Barça, que contará con un partido más hasta que el Madrid recupere el encuentro aplazado. En términos psicológic­os, la reducción de las diferencia­s, por virtual que sea, pesa sobre la Liga. Es uno de los factores asociados a ese singular, y a veces inquietant­e, torneo que es el Mundial de Clubs.

El Barça puede ganar por Messi, Luis Suárez y Neymar, pero necesita de la armonía coral

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VILLAR LÓPEZ / EFE Andrés Iniesta intenta superar al jugador del Osasuna De las Cuevas
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