Emprendiendo
Tener que dar unas clases sobre los ejecutivos emprendedores me ha hecho reflexionar bastante sobre el tema. Siempre que hablamos de un emprendedor nos imaginamos a alguien que lanza una nueva empresa. Pero ¿es posible trabajar en una empresa que viene funcionando desde hace muchos años, tiene un equipo de directivos de primer nivel, segundo nivel, mandos intermedios, trabajadores... y ser también un emprendedor allí dentro? Si definimos lo de ser emprendedor como la capacidad de crear un volumen relevante de “valor” en poco tiempo, cosa que casi seguro producirá también una creación de empleo, así como una inversión en locales, equipos, en definitiva, esa creación de valor implicará una aportación importante a la economía y a la sociedad. Y eso se hace dentro de muchas empresas con años de historia.
Pensando sobre esto veo en mis datos que William Boeing empezó a venderle aviones al estado en Norteamérica cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Soichiro Honda consiguió levantar en Japón el equivalente a 3.000 euros y montó una fábrica de motos en 1948. Christian Dior lanzó su primer taller de diseño de moda en 1928. Empresas como Boeing, Honda o Christian Dior hoy en día quizás no serían reconocidas fácilmente por sus fundadores. Pero no hemos de irnos tan lejos para encontrar empresas con más de cien años porque tenemos muchas en España (Puig, Torres, Codorniu). Resistir periodos tan largos implica la capacidad de reinventarse continuamente y eso no es fácil. Hace 100 años no había acceso a electricidad, agua o gas. No había proveedores de casi nada, lo que te llevaba probablemente a tener que comprar troncos si querías hacer muebles. No era fácil viajar por el mundo ni encontrar gente bien preparada. El mundo financiero estaba poco desarrollado, lo que dificultaba las operaciones importantes en mercados lejanos. Y podríamos hablar de la logística, y de muchos temas relevantes más. Pero también hay muchas empresas que fueron líderes mundiales acabaron quebrando, desapareciendo o siendo absorbidas por otras más potentes. Pensemos en los automóviles Chrysler, las máquinas de escribir Olivetti o las máquinas de coser Singer, la líder en fotografía Kodak o la compañía aérea Pan American. No están.
El reinventarse continuamente requiere que todas las personas que trabajan en la empresa puedan aportar ideas y sean escuchadas. Que se tenga la capacidad de experimentar con nuevos productos, procesos o enfoques comerciales. Ser capaces de desplegarse por el mundo. Muchas personas no se atreven a aportar ideas que pueden implicar un cambio notable o una diversificación en una nueva dirección. Temen que su jefe les diga: “Céntrate en lo tuyo, hazlo bien y no me vengas con tonterías”. A veces, hay quien tiene una idea creativa para modificar de forma importante lo que se está haciendo en su empresa, sufre un montón porque teme que no le harán caso si lo explica y acaba yéndose y montándolo por su cuenta fuera de la empresa. Y esto es una pena porque si se hubiese hecho con ilusión en su empresa habría sido más rápido, más grande y un éxito importante.
La solución está en que las empresas comuniquen abiertamente a sus empleados que pueden ser emprendedores internos y que si se les ocurre algo, que lo propongan. Pocas empresas hacen esto, pero de vez en cuando una se acerca a nuestras escuelas de dirección de empresas y nos pide que organicemos un programa para estimular a sus directivos a ser más emprendedores. Y, si repasamos culturas empresariales encontramos algunas tremendamente burocráticas, donde esto de emprender no lo verían en absoluto y, cada vez más, empresas que se van organizando para estimularlo. En nuestra era digital y global, la alternativa emprendedora es inevitable.
Las empresas deben comunicar a sus empleados que pueden ser emprendedores internos y que si se les ocurre algo, que lo propongan