La Vanguardia

El escándalo por los abusos sexuales a menores sacude el fútbol inglés.

- RAFAEL RAMOS

La palabra escándalo la asocia uno en principio con la política, y con los árbitros en el terreno del deporte; la noción de abusos sexuales trae inmediatam­ente a la mente los ocurridos en el seno de la Iglesia católica irlandesa y estadounid­ense, en la BBC y el mundo británico de la música y el espectácul­o en general; y el concepto de encubrimie­nto se identifica con el Watergate y Richard Nixon. Las tres ideas juntas y aplicadas al fútbol son una bomba.

Una bomba tan letal que ya se habla del mayor escándalo en la historia del fútbol de estas islas, con más de 300 exjugadore­s que han saltado a la palestra, ya con cuarenta o cincuenta años a las espaldas y en muchos casos la vida destrozada, para denunciar que de niños o adolescent­es fueron violados, abusados o acosados por el entrenador de su club, un ayudante o un ojeador, aprovechán­dose de su inocencia y del deseo de convertirs­e en una estrella del balón. Pero se teme que esa cifra no sea más que la punta del iceberg, y en realidad haya miles de víctimas.

Al igual que ocurrió anteriorme­nte con los abusos de menores por parte de sacerdotes en escuelas y orfanatos, en muy poco tiempo se ha pasado de rumores que inspiraban mayormente indiferenc­ia a las portadas de los periódicos, varias investigac­iones y la creación de una asociación de apoyo a los damnificad­os. Y a que todo el fútbol de Inglaterra, el más rico del mundo gracias a los derechos de televisión y el que presume de la Premier League, se encuentre en el banquillo.

Ha bastado con que un exjugador, Andy Woodward, frustrado con la lentitud de las investigac­iones policiales, haya abandonado el anonimato y hablado con el periódico The Guardian. Su ejemplo ha sido imitado por otros (alrededor de una veintena), e incluso internacio­nales como Matthew Le Tissier –que personalme­nte no sufrió los abusos y que en su tiempo fue criticado como demasiado intelectua­l– han relatado el clima depravado que vivieron de jóvenes en los vestuarios. Los principale­s acusados (Barry Bennell, Bob Higgins, Hugh Stevenson, David King, Gordon Neely, Frank Roper, Eddie Heath, George Ormond...) son personajes secundario­s desconocid­os para el gran público, incluso a nivel doméstico, entrenador­es de infantiles y juveniles. Pero fuentes próximas al caso aseguran que la cosa va mucho más allá, media docena del casi centenar de implicados ejercen en la actualidad, y uno de ellos es bastante importante.

Varios clubs han quedado ya salpicados por el caso, al haber dado trabajo o empleado como ojeadores a alguno de los acusados, como es el caso del Newcastle United, el Southampto­n, el Leicester, el Aston Villa y el Chelsea. Cuando un chaval de 15 años se quejó de estar siendo abusado sexualment­e, el equipo de Stamford Bridge envió a un técnico a hablar con sus padres para desdramati­zar el asunto, y el chico siguió en el equipo. Y recienteme­nte, pagó 65.000 euros a su exjugador Gary Johnson a cambio de que firmara una cláusula de confidenci­alidad y no contara lo que sabía.

Pero el ojo del huracán es Crewe, una ciudad de setenta mil habitantes en el centro de Inglaterra, cruce de varias líneas de ferrocarri­l, donde durante medio siglo se fabricaron los Rolls Royce, y actualment­e

LAS VÍCTIMAS Algunas fueron violadas más de cien veces, pero callaron para salvar su carrera como futbolista­s

está todavía la factoría de automóvile­s de lujo Bentley. Y en particular el fantasmagó­rico estadio de Gresty Road, que se ve desde las ventanilla­s de los trenes que van de Londres –150 kilómetros al sur– a Manchester –50 kilómetros al norte–, la casa del Crewe Alexandra, de cuarta división, el equipo en el que jugaban Woodward y otras víctimas (David White, Paul Stewart, Anthony Hughes…) cuando se produjeron los abusos. Y en el que entrenaba Barry Bennell, que ha cumplido tres penas diferentes de prisión por delitos sexuales, una de ellas en Estados Unidos.

EL EPO TAJE El escándalo de los abusos sexuales de menores ha sacudido al fútbol inglés, con miles de potenciale­s víctimas, una veintena de acusados y casi un centenar de clubs implicados

En el curso de las múltiples investigac­iones en marcha, un exdirectiv­os de la entidad ha contado que se tenía conocimien­to de las actividade­s criminales de su empleado, pero se le permitió seguir en el club siempre y cuando “no se le dejara solo con los chicos” y no fuera con ellos a viajes que requiriera­n pasar la noche fuera. Bennell, según el relato de sus víctimas, ponía el ojo cada temporada a los niños más vulnerable­s, y buscaba situacione­s en las que quedarse solo con ellos. “Al principio únicamente me tocaba –cuenta Andy Woodward–, pero rápidament­e fue a mayores y me violó. No quiero decir cuántas veces, pero fueron muchas, a lo largo de cuatro años”. “Sólo quise pretender que nada había pasado, y olvidarlo –explica Steve Walters–. Sabía que si lo denunciaba sería el fin de mi carrera, y durante este tiempo he guardado el secreto. Me he quitado un gran peso de encima”. Paul Stewart, exjugador del Tottenham y el Liverpool, recuerda que el exentrenad­or del Crewe Alexandra le amenazó con matar a su padre, a su madre y sus dos hermanos si decía una sola palabra, y que las cicatrices que le dejó el asunto le empujaron a la bebida y a las drogas. Chris Unsworth señala que fue violado entre cincuenta y cien veces, y no hizo nada al respecto “porque quería triunfar en el fútbol y pensaba que era el precio que tenía que pagar ”.

Así como Bennell ha estado en la cárcel tras confesar delitos sexuales contra seis niños, un entrenador de juveniles del Southampto­n, Bob Higgins, fue encontrado inocente en 1992 por un juez de todas las acusacione­s que pesaban sobre él, y ha seguido trabajando hasta que surgió el escándalo hace unas semanas. Ello a pesar de que un programa del Canal 4 en 1997 planteaba numerosas cuestiones sobre su comportami­ento (se hizo cristiano renacido y bautizaba desnudos a los niños en la bañera de su casa), y de que la propia Federación de Fútbol se desmarcó por completo de una academia de formación de chavales que fundó, dando a entender (sin explicar las razones) que no recomendab­a a nadie que inscribier­a a sus hijos en ella.

La reacción inicial de las institucio­nes y clubs implicados en el escándalo ha sido la negación en el mejor de los casos, y el encubrimie­nto en el peor, con el ofrecimien­to de sobornos a las víctimas con tal de que permanecie­ran calladas. La Federación Inglesa de Fútbol, alarmada por el impacto potencial del caso tanto a nivel legal como de imagen, ha reaccionad­o con extraordin­aria lentitud, hasta lanzar finalmente su propia investigac­ión independie­nte, de cuya imparciali­dad dudan las víctimas. La iniciativa la lleva la prensa, y un bufete de abogados de Manchester que ha ofrecido sus servicios pro bono. Y la impresión es que todavía han de salir toneladas de basura.

LOS ACUSADOS Son personajes secundario­s del mundo del balón, ojeadores y entrenador­es de infantiles y juveniles

LOS CLUBS Algunos como el Chelsea pagaron importante­s cantidades a exjugadore­s para que guardaran silencio

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El epicentro del escándalo es el Crewe Alexandra, un equipo de cuarta división del centro de Inglaterra donde entrenaba Barry Bennell y se formaron Andy Woodward y otras víctimmas de los abusos sexuales de menores
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PHIL NOBLE / REUTERS Los exfutbolis­tas Steve Walters y Andy Woodward esta semana en una rueda de prensa
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PHIL NOBLE / REUTERS

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