Difama, que algo queda
Aquí cabe aplicar aquello de que Dios los cría y ellos se juntan. Donald Trump fue el instigador de la campaña, una de las más racistas que ha habido en Estados Unidos, con la que cuestionaba que Barack Obama hubiera nacido en Estados Unidos. El ahora presidente electo hizo propia la reivindicación de que el inquilino de la Casa Blanca al que sucederá exhibiera su partida de nacimiento. Si no lo hacía, aseguraba, era simplemente porque era africano. Algo similar se atribuye a David Friedman, su nominado para la sensible embajada de Israel, pero centrado en otra víctima. Entre sus incendiarios comentarios, igual de falsos que los de Trump, figura que Huma Abedin, la estrecha colaboradora de Hillary Clinton, estaba vinculada a los Hermanos Musulmanes. Incluso dijo que, “sin saber si de una manera o de otra”, también estaba ligada a Al Qaeda. El tiempo lo ha desmentido todo, pero todavía hay republicanos que creen que Obama es keniano y Abedin terrorista.