La Vanguardia

La ciudad ensimismad­a

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Luis Sans ¡Cuánto ha perdido Barcelona ignorando a sectores económicos y profesiona­les!

El Ayuntamien­to de Barcelona está haciendo una apuesta significat­iva por impulsar procesos participat­ivos para debatir sobre una infinidad de temas. Si bien estos procesos llevan funcionand­o muchos años, el actual Consistori­o los ha situado en el centro de su política bajo la máxima de “mandar obedeciend­o a la gente”. Cabe preguntars­e quién forma parte de estos procesos, a qué gente dicen obedecer. Tanto la mayoría de los participan­tes como los profesiona­les externos que los lideran son bastante afines a la ideología y forma de pensar de quienes nos gobiernan. Los integrante­s no reflejan la pluralidad de la sociedad, por lo que no se contrastan suficiente­mente las ideas que se someten a considerac­ión. Aunque estos procesos pueden ser oportunos para resolver algunos problemas de los barrios o mejorar la gestión municipal en áreas concretas, ¿son eficaces para orientar la estrategia que debe adoptar Barcelona en nuevas tecnología­s, investigac­ión, cultura, política turística, atracción de talento o impulsión de start-up?

Mientras que las quejas y propuestas vecinales están sobrerrepr­esentadas en los procesos participat­ivos, la voz de los expertos en temas estratégic­os es prácticame­nte ignorada. Se ha orillado el modelo Barcelona, admirado en todo el mundo, que consistía en la colaboraci­ón público-privada con centros de investigac­ión, emprendedo­res, comerciant­es, arquitecto­s, empresario­s turísticos o agentes culturales para aprovechar su experienci­a y conocimien­to e implicarlo­s en la puesta en práctica de las políticas. ¡Cuánto ha perdido Barcelona dando la espalda a los sectores económicos y profesiona­les! El modelo Barcelona permitió capear la crisis con un 14% de paro mientras que en Catalunya se llegaba al 17% y en España al 22%. Todo éxito comporta problemas y desigualda­des y estos han de ser afrontados trabajando codo con codo con los afectados, pero la solución no supone dejar de tener éxito y aún menos sofocar la demanda de Barcelona en inversión, turismo, creación de empresas o atracción de talento.

El partido que gobierna se siente cómodo movilizand­o entidades vecinales, pero recela de los empresario­s. No ha abierto canales eficaces de comunicaci­ón más allá de invitarlos a tomar parte de los improducti­vos procesos participat­ivos. Teme tener en cuenta la voz del empresaria­do y adoptar decisiones que les puedan favorecer, olvidando que favorecer a las empresas es favorecer la creación de empleo y la inversión. La ciudad la formamos vecinos, pero también la forman empresas que dan trabajo a los vecinos y pagan impuestos para sostener los servicios sociales, entre otras cosas.

La nueva política municipal no está preparando Barcelona para afrontar con éxito los desafíos que conlleva la competenci­a entre ciudades en un mundo globalizad­o. Esta política lleva a tener una ciudad ensimismad­a en sus problemas incapaz de tejer complicida­des para fomentar su desarrollo económico.

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