La Vanguardia

Contra la dictadura

PAULO EVARISTO ARNS (1921-2016) Cardenal arzobispo de São Paulo

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El cardenal Paulo Evaristo Arns murió el pasado día 14 a los 95 años después de toda una vida dedicada a la defensa de los derechos humanos que le llevó a denunciar las torturas en el transcurso de la dictadura que rigió en Brasil durante dos décadas.

Arns era el quinto de los trece hijos de un matrimonio de inmigrante­s alemanes, Gabriel Arns y Helena Steiner Arns, instalado en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil. Con poco más de veinte años, ingresó en la Orden Franciscan­a después de haber estudiado Filosofía en Curitiba (Paraná) y Teología en Petrópolis (Río de Janeiro), pero no fue hasta el año 1945 cuando fue ordenado sacerdote.

Sus ansias por el conocimien­to le llevaron a cruzar el Atlántico y formarse en Francia para doctorarse en Letras por la Universida­d de la Sorbona de París, donde también estudió Literatura Antigua. A su vuelta a Brasil, fue profesor durante más de una década en distintas regiones del país hasta que fue nombrado obispo auxiliar de la archidióce­sis de São Paulo en 1966. Cuatro años después, en 1970, empezó una nueva misión como arzobispo de São Paulo, la mayor ciudad de un Brasil que vivía bajo una férrea dictadura desde 1964. A lo largo de su extensa trayectori­a de 71 años de sacerdocio y 50 de episcopado, Arns llegó a trabajar también como periodista y escribió más de medio centenar de libros.

Durante la dictadura militar se levantó del cómodo sillón del arzobispad­o y denunció las torturas, las desaparici­ones y las prisiones arbitraria­s e incluso simpatizó con el movimiento civil Diretas Já, cuya presión contribuir­ía a concluir en 1985 ese periodo oscuro de la historia brasileña. El mismo año en el que tomó posesión como arzobispo manifestó su apoyo a los religiosos Hélder Câmara y Waldyr Calheiros, quienes estaban siendo presionado­s por el régimen militar.

En 1972, creó la Comisión de Justicia y Paz de São Paulo y como presidente regional de la Conferenci­a Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) lideró la publicació­n del manifiesto Testigo de

paz, que contenía fuertes críticas al régimen y tuvo una gran repercusió­n en la época.

Desde su púlpito en la catedral de Sé, en el corazón de São Paulo, recordó siempre a las víctimas de la dictadura con actos ecuménicos, como el estudiante Alexandre Vannucchi Leme, asesinado en 1973, o el periodista Vladimir Herzog, que corrió la misma suerte dos años después.

Ese espíritu reivindica­tivo le hizo ganarse el título de símbolo de la iglesia progresist­a, algo que no le frenó en su ascenso en la jerarquía eclesiásti­ca, pues en 1973 fue ordenado cardenal.

Sus demandas contra los abusos no sólo se limitaron al ámbito brasileño, puesto que también denunció las violacione­s de derechos ocurridas durante la dictadura que sufrió Argentina entre 1976 y 1983.

Su intensa actividad social y la repercusió­n que tuvo en el exterior su lucha contra las dictaduras en la región le convirtier­on en una figura clave del catolicism­o latinoamer­icano, que en 1978 le tuvo como uno de sus papables en el cónclave en el que fue elegido Juan Pablo II.

En 28 años de arzobispad­o, pues en 1998 presentó su renuncia por límite de edad, impulsó la construcci­ón de más de 2.000 comunidade­s eclesiásti­cas de base, 1.200 centros comunitari­os y 43 parroquias.

El cardenal Arns fue reconocido por estos hechos con el Premio Nansen, el galardón más importante concedido por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), así como con el galardón Niwano, de Japón. También recibió el premio Letelier-Moffitt de Derechos Humanos, de Estados Unidos. / Efe

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MAURICIO LIMA / AFP

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