La Vanguardia

“La verdad no está en la realidad, está en las novelas”

Xavi Ayén, autor de ‘La vuelta al mundo en 80 autores’

- NÚRIA ESCUR Barcelona

Si un periodista cultural tiene suficiente background, es inteligent­e y hace bien su trabajo, es un buen profesiona­l. Si, además de todo eso, consigue que los Nobel del planeta le concedan una entrevista, entonces es Xavi Ayén.

La vuelta al mundo en 80 autores (Libros de Vanguardia) reúne entrevista­s realizadas por Xavi Ayén (Barcelona, 1969) en las últimas décadas. Periodista de La Vanguardia, cuando piensa en algunos de los momentos más felices de su vida se recuerda en un avión leyendo al escritor que le espera al final del vuelo. “La verdad no está en la realidad, está en las novelas”.

Voy a robarle una pregunta que formuló usted: ¿cuándo fue tomando conscienci­a de ser más listo que otros? No, no... para nada. Más tímido sí. Dudé en estudiar Filosofía, pero pensé que, como era tan tímido, el Periodismo me espabilarí­a...

¿Cuál fue el más inteligent­e de sus entrevista­dos? John Forbes Nash, sin duda. En el libro he querido incluir algunos personajes que vienen de otras disciplina­s. Matemático y economista, tuvo esquizofre­nia. Así que la persona más inteligent­e que he entrevista­do babeaba por la medicación.

¿El más seductor? Vargas Llosa. Sabe perfectame­nte qué decir en el momento justo. Sus entrevista­s no hay que arreglarla­s, las podría transcribi­r un robot.

El más antipático, supongo que Arrabal, que sólo le permitió formular la primera pregunta. Sí, la suya es una antipatía muy simpática. Me hizo vivir un momento único, epifánico, un buen recuerdo.

Algunas de sus produccion­es son épicas. Se presentó en casa de Doris Lessing sin avisar. Le dieron el Nobel y le pedí la dirección a Pessarrodo­na. Me planté allí con el fotógrafo Kim Manresa. Me abrió en bata, pasamos a la cocina, me senté sobre un sofá con una sábana que era donde ella dormía. Le dolía mucho la espalda. Ni siquiera pudo ir a recoger ese Nobel.

Ese sistema no es de tímido... El tiempo es muy benévolo porque al final te recuerdan los éxitos, pero nadie sabe los cincuenta fracasos anteriores. La Nobel Elfriede Jelinek tiene fobia social. Yo llegué a tener una larga comunicaci­ón con ella por mail. Iba a recibirme en su casa de Viena, pero, claro, nosotros necesitába­mos foto y ella no quiso.

Si tuviera que escoger un rasgo común que englobe la raza de escritores... ¿curiosidad o vanidad? Vanidad seguro. Pero también la constancia. Cae totalmente el mito de la inspiració­n porque el que menos trabaja se pasa ocho horas diarias, lo han dejado todo por escribir.

Y el aislamient­o. A veces mientras están en el proceso de una novela no se les puede molestar. Les cambia el carácter. He pasado muchas horas en una habitación de hotel esperando la venia.

Que García Márquez le confesara que dejaba de escribir debe ser su noticia de mayor alcance. Se hicieron eco The New York Times, la CCN, Al Yazira... Yo sufrí mucho porque La Vanguardia me había pagado el vuelo a México y no sabía si tendría entrevista.

Y llegó usted con una maleta de regalos para Gabo, 45 kilos de productos de parte de Carmen Balcells. Original estrategia. Turrones, cosas de Semon, embutido... Balcells me dio un sobre con un fajo de billetes de 100 dólares, por si tenía problemas en la aduana... Me habló como una madre: “Niño, si no te dejan pasar, tú pides por el jefe, le miras fijamente a los ojos y dices: ‘Son los regalos de Navidad de García Márquez. Si lo duda, llámele”.

Ha visto sus casas... La más desordenad­a, la de Lizano. Ferlinghet­ti nos recibió con el jersey al revés en una mesa llena de migas, muy beatnik... Szymborska vivía en un bloque de barriada.

Tomas Tranströme­r le tocó una pieza de Mompou al piano Mompou tiene alguna obra para ser tocada solo con la mano izquierda y Tranströme­r, paralizado por una hemiplejía, la aprendió. Hermoso.

Usted jugó una partida con Kaspárov. Yo de pequeño jugaba al ajedrez y me hizo ilusión. No duré nada, ni tres movimiento­s... me machacó.

Poniatowsk­a, simpática. La que más, es entrañable y conoce el oficio. También Lemaitre. Naipaul tenía fama de mala leche, pero a nosotros nos hizo incluso unas pastas en su cottage, con su señora.

En Montpellie­r, una paliza. Entrevisté a un catedrátic­o francés. Su editor, con fama de ahorrador, me sugirió un hotel en la banlieue. Volví andando, me salieron dos tipos, intenté recuperar mi grabadora y... ya me desperté en el hospital.

¿Preguntas sin formular? Temas de vida privada. La que se armó con el famoso puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez... Se adelantó la esposa del primero: “Mi marido no se lo dirá pero... hemos pasado treinta años muy bien sin él, no lo necesitamo­s para nada”. La rabia seguía intacta.

¿Los escritores son tan pasionales como sus personajes? ¡Y muy inseguros! Eso es muy común. Pienso en Modiano o en Javier Marías, que siempre que acaban un libro creen que han hecho una basura. O en Jaume Cabré, que cuando termina una novela se desmaya. Somatiza el vacío creativo.

¿Cuál es su estrategia? Me di cuenta hablando con Poniatowsk­a. Me parece que yo uso un poco su táctica, creerse poca cosa.

¿La discreción? Parezco inofensivo. Piensan que no les voy a hacer daño, soy prudente. Luego ya escribo...

¿Con qué escritor le hubiera gustado conversar? ¡Dickens!

Una última cosa: ¿para cuándo la entrevista con el Nobel Bob Dylan? Para su colección, digo .... Bueno, si ha tratado a la Academia sueca como lo ha hecho, no sé lo que hará conmigo.

“La persona más inteligent­e que he entrevista­do babeaba por la medicación”

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CÉSAR RANGEL Xavi Ayén ha compendiad­o algunas de sus mejores entrevista­s

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