La Vanguardia

Una identidad de bastón, fular y pluma

- JAUME COLLELL

La imagen ha sido siempre inconfundi­ble: un bastón en la mano y un fular en el cuello, mientras habla como si cantara, con un leve ceceo sobre cada palabra buscada. De su prolífica pluma han salido numerosos títulos de poesía, novela y teatro. Antonio Gala, debido a un estado de salud delicado, ha aparecido poco en público últimament­e. Refugiado en la finca La Baltasara que posee cerca de Málaga, el hombre se desvive por la fundación que lleva su nombre, ubicada en Córdoba, dedicada a la promoción de jóvenes escritores.

Barroco como buen andaluz, parece que el bautismo ya le predestinó en el nombre de pila: Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos. Nació en Brazatorta­s, en la provincia de Ciudad Real en 1930, aunque algunas fuentes apuntan que fue en 1936. Con nueve años la familia se trasladó a Córdoba, donde permanecen sus recuerdos de infancia. Su padre era médico. Siempre ha señalado que es escritor de nacimiento, no de vocación. Él mismo asegura que tenía tan sólo cuatro años cuando escribió un cuento sobre un gato, y que, a los cinco, urdió su primera obra teatral.

La verdad es que con catorce años dio una conferenci­a en el Círculo de la Amistad de Córdoba. Estudió y se licenció en Derecho y Filosofía y Letras en la Universida­d de Sevilla, primero, y después se doctoró en Derecho, además de licenciars­e en Ciencias Políticas y Económicas, en Madrid. Bajo la influencia de Rainer Maria Rilke, Garcilaso y San Juan de la Cruz, publicó sus primeros poemas en las revistas Aljibe y Arquero de Poesía, junto a Gloria Fuertes y Julio Mariscal Montes.

Las tribulacio­nes vividas de joven le hicieron bascular entre las oposicione­s a la Abogacía del Estado y el ingreso como novicio en los cartujos de Jerez en 1958, de donde fue expulsado. Entonces abrió una etapa bohemia, primero en Portugal, donde ejerció distintos oficios para ganarse la vida. De vuelta a Madrid, dio clases en distintos colegios. Más tarde se instaló un año en Florencia. En esta época publicó en la revista mensual Cuadernos hispanoame­ricanos. Los premios que ha recibido a lo largo de su trayectori­a son copiosos: un accésit en el Adonais de poesía en 1959, el Nacional de Teatro Calderón de la Barca en 1963, el Ciudad de Barcelona en 1965, el César González Ruano de Periodismo en 1981, el Planeta en 1990 con su primera novela El

manuscrito carmesí, el Max de Honor de las Artes Escénicas en el 2001… En teatro destacan sus obras Anillos para una dama y Petra regalada. Su novela La pasión turca fue llevada al cine por Vicente Aranda en 1994.

El escritor fue víctima de una perforació­n de estómago a principios de los setenta que le obligó en la convalecen­cia a usar bastón. Desde entonces siempre tiene uno en la mano. Posee además una colección, fruto de regalos de amigos y admiradore­s, de más de 3.000 bastones. En prensa empezó a publicar en el suplemento dominical de El País y después un articulito diario en El Mundo durante años. Fue en este espacio donde él mismo anunció en el 2011 que padecía cáncer. Pese a las recaídas y a los pronóstico­s que hacían temer un desenlace rápido, los tratamient­os hicieron que en el 2015 el escritor anunciara que ya estaba libre de la enfermedad.

Gala compró la finca La Baltasara en Alhaurín el Grande (Málaga) en 1987, un cortijo del siglo XVIII en el que a penas acepta visitas. Ha recibido homenajes y ha asistido a inauguraci­ones. En octubre pasado, abrió una exposición permanente en su fundación con primeras ediciones, manuscrito­s, fotografía­s y objetos personales. El escritor se significó contra el ingreso de España en la OTAN, la llamada ley Corcuera, y apoyó más recienteme­nte el movimiento del 15-M. Desde una primitiva defensa del confederal­ismo, de base ibérica, criticó años después los nacionalis­mos vasco y catalán.

Salado, mordaz y alambicado, la soltería de Gala no le ha impedido –quizá ha acrecentad­o– una mirada profunda y lúcida sobre el alma femenina, protagonis­ta absoluta de sus obras. Cree que desde el paraíso terrenal ellas son más inteligent­es por comer la manzana del árbol del saber y la razón, mientras que Adán, sin su costilla, no sería nada.

Rodeado de perros por todas partes, como metáfora de los hijos que no ha tenido, en el último libro publicado, Quintaesen­cia, del 2012, entre los aforismos sobre la vejez, la muerte, la belleza y el arte, hay uno que define la agudeza de sus pensamient­os: “La soledad se lleva mejor en compañía”.

En el 2011, a través de su artículo diario, anunció que padecía un cáncer, y el año pasado dijo que ya estaba curado

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GIANNI FERRARI / GETTY Junto a estas líneas el escritor fotografia­do en Madrid. La imagen fue tomada en 1973. Debajo de esta foto, Gala en Alcalá de Henares, en una foto del 2012
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RAFA SAMANO / COVER / GETTY En la foto inferior de la derecha, Antonio Gala en un mitin de 1986, durante la campaña contra el ingreso de España en la OTAN
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