Un músico de minorías
Toti Soler, músico y guitarrista, que publica el álbum ’Transparències’
El músico Toti Soler, que acaba de publicar a los 67 años el disco Transparències, denuncia la escasa repercusión de su música en una sociedad a la que considera falta de la cultura necesaria para valorar la herencia mediterránea.
Un auténtico lujo contar con Toti Soler en plenitud y ganas creativas aunque no sea carne de arenas poperas, ritmos de fiesta mayor o cantautores concienciados y/o alternativos. Músico con más de medio siglo encima de los escenarios y con una carrera artística tan amplia como polifacética, Soler (Vilassar de Dalt, 1949) acaba de sacar a la luz Transparències (Satélite K), donde recupera una serie de composiciones “reposadas” desperdigadas en discos anteriores, unos temas que ligan con la vida tranquila que lleva en el pueblo donde vive, Palau-Sator.
¿Vive de la música como lo hacía hace diez o veinte años? Sí, igual de mal. Aunque eso depende del ámbito en que cada uno se mueva. En mi terreno, que no es el comercial, la música es supervivencia. Pura supervivencia. Pero, claro, como yo no quiero hacer otra cosa, sé lo que tengo, sé el publico que tengo, pequeñito, sé los discos que venderé, que son unos cuantos. Sé que mi música no está de moda, pero tengo la suerte de que nunca pasará de moda.
Su sustento son, pues, las actuaciones en directo. Sí, de los discos no vive nadie en el ámbito musical en que me muevo.
¿Cuál es su objetivo ahora mismo? Sobre todo, vivir tranquilo. Soy padre, soy abuelo; tengo dos nietos gemelos. El disco que estoy haciendo ahora, que saldrá el año que viene, se llamará Twins y tendrá un tema de igual título que se lo dedico a ellos. Un tema alegre, aparentemente sencillo, pero complicado de tocar.
El año pasado inauguró el BarnaSants, y eso parecía indicar que igual comenzaban a ir mejor las cosas a la hora de contrataciones, por ejemplo. Parece ser que hay algo más de eso, pero la verdad es que yo estoy bastante desconectado. Siempre he pensado que la gente que hace música de mi generación, algo más jóvenes o algo más mayores, y que la hacen de calidad, apenas nunca salen en los medios de comunicación. En cambio, la música comercial es la que se lo come todo, ya sea de fondo para ver los goles del domingo o ilustrando un paisaje del Empordà, siempre lo hacemos escuchando pop o rock, americano o seudoamericano. Los que conservan un poco la historia, la tradición mediterránea, yo incluido, estamos viviendo casi al margen del mundo. No por nuestra voluntad, sino por las modas.
¿Hay resentimiento? No, pero es que es algo muy perjudicial para la historia, porque , por ejemplo, si estamos construyendo un país ¿no es importante la historia? La historia es muy importante, y la historia de la música también... es un flaco favor, porque la cultura musical no se puede separar de la cultura total.
¿Tan grave lo ve? Es un problema grave que tenemos en este país, y es que hay un nivel cultural muy bajo. Simplificando: si fuese más alto, habría más demanda, y eso implicaría algo más de trabajo para los músicos, por ejemplo. Y ahora, como quien dice, vivimos en la línea de flotación.
Y en este panorama, usted va publicando discos. Este de ahora aparece un año después del anterior, El temps que s’atura. Pues sí, y es un hecho extraordinario. Los hago porque me gusta. Yo voy componiendo música y la voy grabando en casa. De repente saco los temas que ya tengo grabados, y me los quito de encima y me pongo en otra cosa. Claro que me gustaría que la gente valorase la música que hago, y ojalá viniese más público. Pero no me quejo porque es un publico pequeño, como el de jazz o de música clásica; me muevo en un ámbito de pocos que somos aficionados de verdad a la música. Hacer música y publicarla es nuestro oficio, porque es la manera de comunicarnos con nuestro público. La recepción es otra cosa.
Es un disco que no deja de ser una reunión de temas ya publicados. Sí, sí; Transparències es como una continuación del Vida secreta, que lo grabé en el 2005 y que ahora veo como quizás el mejor que he hecho en mi vida. De hecho, algunos de estos temas se grabaron al mismo tiempo que aquellos; fui grabando este tipo de temas una vez llegué a Palau-Sator hace diecisiete años, y comencé un tipo de vida tranquila que me incitaba a este tipo de composiciones, que más que temas convencionales son a menudo improvisaciones.
Usted ya lleva 52 años trabajando en los escenarios, ¿le invade alguna vez la nostalgia? A ver… por volumen de trabajo y de ingresos y demás, los setenta fueron fabulosos. Hacía mis bolos, luego estaba con Ovidi Montllor, con Pau Riba, con Pi de la Serra, con más gente, colaboraba y hacía arreglos en un montón de otros discos. Había mucha cosa y, lo más importante, la gente estaba deseosa de cultura. Ibas por toda España y no parabas. Ahora mis actuaciones se reducen a alguna salida puntual al extranjero y sólo actuaciones en las provincias de Barcelona y Girona. Es una lástima, pero es lo que hay.