Tranvía y consenso
UN estudio divulgado esta semana por el Reial Automòbil Club de Catalunya (RACC) advierte que la conexión de las dos líneas de tranvía por la Diagonal podría tener efectos contrarios a los buscados. Concretamente, que causaría más atascos, desplazamientos más largos y más contaminación. Los usuarios del tranvía y los ciclistas se beneficiarían de la mejora de este transporte. Pero serían los únicos entre cuantos se desplazan por la ciudad en distintos tipos de vehículos.
BComú, la fuerza que dirige el Ayuntamiento de Barcelona, es una firme partidaria de la conexión del Trambaix y el Trambesòs. Así lo hizo saber en la campaña electoral previa a la llegada a la alcaldía y así ha seguido defendiéndolo ya en el poder. Incluso tiene esbozada la cuantía de esta operación: 175 millones de euros. Y su importancia queda fuera de dudas. Los expertos sostienen que esta sería la operación más significativa en el ámbito de la movilidad rodada desde la inauguración de las rondas en 1992. No sólo eso: sería también una operación capaz de condicionar de modo decisivo la movilidad en Barcelona durante medio siglo.
Este deseo del Ayuntamiento no coincide con el de todos los ciudadanos. Muchos de ellos consideran fuera de lugar emprender una obra de tamaña dimensión tan poco tiempo después de que hayan terminado las costosas obras de reforma del tramo central de la Diagonal. Otros discrepan acerca de la preeminencia del tranvía como futuro medio de transporte público en Barcelona. Y no faltarán, tras la publicación de este estudio, quienes piensen que la opinión del RACC debe tenerse en cuenta.
En efecto, creemos que debe tenerse en cuenta. El compromiso del RACC con los asuntos relacionados con la movilidad es antiguo y contrastado. Y, de hecho, responsables de la prevista implantación del tranvía en la Diagonal admiten que traerá problemas, puesto que afirman que equipos municipales estudian desde hace meses la mejor manera de resolverlos.
Está claro, por tanto, que se trata de una obra de mucha envergadura, que presenta todavía muchas incógnitas y que va a condicionar el futuro del tráfico en la ciudad. Son, todos ellos, motivos más que suficientes para abordar la cuestión con la mayor cautela, con la mayor consideración para todos los estudios que arrojen luz sobre su viabilidad, sin apriorismos ideológicos y buscando el mayor consenso posible. Es comprensible que cada fuerza quiera realizar su política. Pero es obligado que antes demuestre su idoneidad y ensanche sus apoyos hasta hacer incuestionables sus decisiones.