Gestaciones
Resulta seguramente inevitable que el lenguaje vaya un punto por detrás de las nuevas realidades de las que se habla en la sociedad actual. Nos ha ocurrido esta semana con la información que abría la sección de Tendencias el miércoles, en la que se anunciaba en el titular principal que “España prepara una ley de vientres de alquiler”.
Ese término, vientres de alquiler, provocó la reacción de un cierto número de padres relacionados con esa forma de gestación. Algunas de las cartas recibidas incluían descalificaciones globales respecto al tema publicado e incluso frases subidas de tono, señalando, sin mayor concreción, que se estaba causando un grave daño a los niños nacidos gracias a esta técnica.
Por suerte, entre esas cartas también llegaron las que detallaban exactamente los motivos de queja. El doctor Fernando Veintimilla, desde Valencia, comenzaba su texto felicitando a la redactora Celeste López “por el magnífico artículo que abre a los lectores una realidad social que ya está sobradamente implantada en nuestro país”. A continuación, el doctor puntualizaba que “un mal uso del lenguaje puede etiquetar a esos niños como los
alquilados… y sabemos que el bullying está a la orden del día”. El otro concepto criticado era el de maternidad subrogada. Tanto el doctor Veintimilla como el lector Guillem Laplaza, quien también especificó en su mensaje al Defensor las palabras y expresiones que a su juicio no se deberían utilizar, aclararon que el concepto preciso, en lugar de ese habitual y popular vientres de alquiler, es el de gestación subrogada. La maternidad la ejercen las personas que criarán a esa criatura y, por tanto, en puridad sólo se debe hablar de gestación subrogada.
En la redacción asumimos estas aclaraciones con naturalidad. Es habitual que otros colectivos, como discapacitados o defensores de diversas variantes de identidad sexual, por citar otros ámbitos con asociaciones muy activas, nos hagan llegar sus apreciaciones sobre el lenguaje más adecuado para tratar las informaciones que se refieren a ellos.
Al comentar el caso con el responsable de Edición, Magí Camps, concluimos que muy probablemente el término original, vientre de alquiler, que ahora inevitablemente se nos aparece con esa connotación monetaria indeseada, nace de una cierta literalidad de la acción con la que en su día comenzó esta forma de gestación y es la que la mayor parte de la población entiende pero, en cualquier caso, adoptaremos la expresión
gestación subrogada como más adecuada. A los lectores que enviaron sus quejas no sólo intenté explicarles nuestra buena predisposición para abordar estas cuestiones sino que les adjunté copias de las dos páginas que había publicado ese día nuestro diario, dado que la versión digital que circulaba por las redes sociales sólo recogía la pieza principal.
En la edición impresa, junto a la información de Celeste López había otra complementaria de Albert Molins explicando las peculiaridades que viven las personas que optan por esta vía de gestación en cuanto a las relaciones que mantener con la madre gestante o cuándo y cómo explicar estas circunstancias a los hijos. La doble página incluía también un infográfico mostrando el proceso y los hitos históricos de la fecundación in vitro y aún otra pieza sobre el papel de control de la Administración a la hora de fijar las bases sobre las que debería regularse esta técnica.
No pocos de los lectores admitieron entonces que, fuera de esos dos términos concretos que les habían irritado, la información era muy completa y había sido tratada con rigor.
La expresión ‘gestación subrogada’ es la más adecuada para referirse a la técnica de reproducción a través de una madre que ofrece su vientre