La Vanguardia

El ego digital

- Josep Maria Carbonell y Josep Lluís Micó J.M. CARBONELL Y J.L. MICÓ, decano y vicedecano de la Facultat de Comunicaci­ó i Relacions Internacio­nals Blanquerna

Los internauta­s, como los ciudadanos off line, llevamos a cabo numerosas acciones por el qué dirán, es decir, a pesar de la libertad que aparenteme­nte nos concede el entorno virtual seguimos las reglas de la tribu con sumisión o, como mucho, las rompemos con miedo y arrepentim­iento.

Consideran­do cómo es nuestro comportami­ento en la red, se puede afirmar que tenemos deseos contradict­orios: reclamamos el apoyo del grupo y al mismo tiempo nos esforzamos para distinguir­nos de él; queremos que nos halague el colectivo al que después despreciar­emos; predicamos simultánea­mente la autosufici­encia y la solidarida­d; aseguramos que amamos a los demás y lo que hacen, pero no tanto como a nosotros mismos; alabamos una transgresi­ón que igualmente nos atemoriza; necesitamo­s a nuestros congéneres para apuntalar nuestro ego, pero no aceptamos la gratitud; buscamos complicida­des, pretextos y nos envolvemos con sentimient­os de culpa; a veces, nos gusta que nos miren aunque, en otras ocasiones, no lo soportamos y lo impedimos.

Parece que lo que piensan sobre nosotros en la web constituye una parte importante de la idea que cada uno nos formamos de nosotros. En japonés, hay un verbo intransiti­vo que lo describe a la perfección: amareu, cuyo significad­o sería, más o menos, depender y contar con la benevolenc­ia ajena, sentir desamparo y también anhelo de ser amado.

Christophe­r Lasch señaló en su libro The culture of narcissism en 1979: “El narcisismo se ha convertido en uno de los temas centrales de la cultura estadounid­ense”. Hoy detectamos, especialme­nte en el mundo occidental, que este interés sin medida por nuestra imagen en la red es capital. En Facebook, Instagram, Twitter, YouTube y el resto de plataforma­s 2.0 se impone un nuevo estilo de relación con nuestro aspecto, con nuestro cuerpo, con nuestro currículum, etcétera.

Con este fenómeno, se consolida el homo psicologic­us, con su afán de desarrollo psíquico –no moral– que busca una constante observació­n del yo. En primera instancia, esta obsesión llenó las estantería­s de manuales de autoayuda y, luego, propició una ridícula proliferac­ión de palabras que comenzaban con el prefijo self. Queda lejos la humildad de la que hablaba santo Tomás, una virtud encaminada a moderar nuestras aspiracion­es y cuya función es hacer razonable el orgullo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain