La Vanguardia

¿Qué crisis en Ciudadanos?

- José Antonio Zarzalejos

El partido que preside Albert Rivera es uno de los pocos casos de éxito regenerati­vo del sistema político español. Hubo otros encomiable­s pero frustrados como el Centro Democrátic­o y Social de Adolfo Suárez y Unión, Progreso y Democracia, de Rosa Díez. Incluso ensayos interesant­es y fracasados como el Partido Democrátic­o Reformista, que se conoció como operación Roca (1984). En Ciudadanos se da la peculiarid­ad de que, fundado en Catalunya en respuesta a unas circunstan­cias políticas y sociales concretas, ha sabido expandirse en el resto de España –todavía con una implantaci­ón no homogénea– y se ha convertido en el cuarto grupo parlamenta­rio en el Congreso de los Diputados (32 escaños), ha logrado 93 diputados autonómico­s –decisivos en Madrid, Andalucía y otras comunidade­s– y ha obtenido 1.527 concejales. En las elecciones europeas del 2014 –su primera comparecen­cia electoral en el conjunto de España– alcanzó dos escaños que le han servido para integrarse en la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa. Su papel político en Catalunya es, además, decisivo. En las elecciones del 2105 fue la segunda fuerza política con 25 escaños (el PSC y el PP sumaron 27) respaldada por más de 730.000 votos. Todo un logro bajo el liderazgo aquí de Inés Arrimadas, que, con Rivera, es uno de los grandes referentes de la organizaci­ón. Este balance se ha ido consolidan­do en poco más de una década.

¿Puede un partido tan joven y exitoso estar ya sumido en una crisis según se deduciría de algunas informacio­nes y análisis? Las crisis de los partidos son endógenas y no deberían confundirs­e con las discrepanc­ias –de mayor o menor envergadur­a– ni con las naturales críticas externas. Ciudadanos no está en crisis, pero su propia expansión genera movimiento­s críticos internos y exteriores y, desde luego, una indisimula­da pero también natural hostilidad de sus competidor­es políticos. En la crónica titulada “Fuego amigo sobre Arrimadas”, firmada por Iñaki Ellakuría en este diario (4/XII/2016), se explica muy bien cómo algunos de los fundadores de Ciudadanos y pequeños sectores de la militancia –sin más cabeza visible que Carolina Punset y un grupo que dice abanderar una nueva transparen­cia pero que se presenta en los medios sin nombre ni apellidos– afean a la líder catalana blandear en su discurso ante el nacionalis­mo. Se está confundien­do, quizás dolosament­e, una estrategia de expansión social y electoral que requiere gestos y lenguajes determinad­os con una heterodoxi­a doctrinal o ideológica que no existe. Arrimadas no tiene que entrar a ese capote como Rivera, tampoco al que le tienden algunos para que el partido se inquiete con las técnicas marrullera­s en las que Rajoy se maneja de antiguo con maestría. Ciudadanos no dispone de más alternativ­a que conducirse con el Gobierno caso a caso porque su pacto lo fue de investidur­a pero no de legislatur­a. Y desarrolla­r una estrategia parlamenta­ria reconocibl­e en su programa y en las medidas pactadas con los populares. No debería olvidarse que pinzar a Ciudadanos sería, además, una operación a la que se apuntarían el PSOE y Podemos porque el partido de Rivera hace frontera con los tres, de los que puede extraer nuevos recursos electorale­s o, por el contrario, perderlos.

Una de las críticas más apocalípti­cas al presidente de Ciudadanos consiste en el supuesto yerro de no haber entrado a formar parte del Gobierno de Rajoy. Tal considerac­ión, que los que la apadrinan suponen será decisiva para Ciudadanos, parte del convencimi­ento de que el partido naranja es el receptácul­o, reactivo y transitori­o, de electores defraudado­s de otros partidos, especialme­nte del PP. Consiste, en definitiva, en la percepción de Ciudadanos como una anomalía que desde Podemos o ERC se verbaliza de manera pretendida­mente hiriente: Rivera sería un “alférez” (Iglesias) a las órdenes de Rajoy y su organizaci­ón la “marca blanca” del PP (Rufián). O sea, Ciudadanos como el partido burbuja a escala española cuya misión se ha extralimit­ado porque nació para guerrear en Catalunya contra el nacionalis­mo, negándosel­e así credencial­es para enarbolar –además de los valores de la cohesión nacional– los propios de un espacio español centrista, liberal y laico. Y este parece ser el estado de la cuestión al que habría que añadir que el éxito atrae como la miel a las moscas y se quiere cabalgar sobre él con el mismo deseo que apartarse del fracaso y la dificultad. No le pasa a Ciudadanos gran cosa y su déficit es de desarrollo: necesita rematar el discurso sobre su identidad ideológica. Una izquierda desconcert­ada, un populismo rampante y un independen­tismo montaraz, son el frame para un buen relato liberal y de progreso. Y justamente en eso está.

C’s necesita rematar su identidad ideológica con un discurso liberal, laico y de progreso

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