La Vanguardia

La empatía de las EMOCIONES

El caso de Nadia era el cóctel perfecto para la compasión

- JAVIER RICOU Lleida

Isabel Gemio se prometió a sí misma que no lloraría. El viernes fue invitada al plató de Espejo Público para hablar sobre la historia de Nadia. La periodista incumplió su promesa. Sólo sentarse en la mesa, su voz se quebró y saltaron las lágrimas. El llanto de Isabel Gemio es el reflejo de la decepción, por no decir indignació­n, que los engaños de los padres de Nadia (investigad­os por utilizar la enfermedad de su hija para enriquecer­se) ha causado entre las familias con hijos aquejados por enfermedad­es extrañas. Isabel Gemio se cuenta entre ellas. Es madre de un menor con una enfermedad rara al que jamás ha exhibido ante una cámara. Ella lucha a través de una fundación que lleva su nombre y que busca fondos, no para su causa particular, sino para la investigac­ión médica.

“El daño causado por estos padres es horrible. La mayoría de esas familias han renunciado a su

ISABEL GEMIO “El daño causado es horrible y afecta a familias que lo dejan todo por sus hijos”

vida para cuidar a sus hijos, luchan contra esas enfermedad­es las veinticuat­ro horas del día y nos cuesta mucho que nos den voz y también encontrar un espacio para poder contarlo”, afirmó la periodista.

Fernando Blanco y Marga Garau lo han tenido todo mucho más fácil. Ellos sí han encontrado espacio y un altavoz en los medios de comunicaci­ón para contar su historia. Lo hacían desde que Nadia, de once años, tenía tres. Casi una década de aparicione­s periódicas en diarios y programas de televisión para montar lo que se apunta un negocio muy bien estructura­do que les ha permitido llevar un alto tren de vida a costa de la enfermedad de la niña. Descubiert­o el engaño, al margen del daño que esa conducta está causando en la credibilid­ad de otras historias que sí son reales, cabe preguntars­e ahora dónde está la clave que ha permitido a Fernando y Marga estafar presuntame­nte a los miles de ciudadanos y periodista­s que cayeron en la trampa de sus inventos y exageracio­nes. Han jugado con las emociones y la empatía. Dos resortes que se disparan en cualquier campaña solidaria. Aunque la intensidad adquiere diferentes grados en función de la historia y los protagonis­tas. La llamada del Banc dels Aliments despertará, por ejemplo, conciencia­s que no reaccionar­án igual ante una campaña para ayudar a refugiados o una causa pensada para personas sin techo, coinciden en afirmar psicólogos expertos en la conducta humana.

Un caso como el de Nadia es más global. Sus padres ingresaron en poco más de una semana (entre finales de noviembre y principios de diciembre) más de tresciento­s mil euros. Ya querrían otras campañas serias y contrastad­as tener esa respuesta. Las emociones se dispararon con esta menor. ¿Por qué? “Si a

EL CÓCTEL PERFECTO El caso de Nadia era perfecto para atrapar; otras campañas lo tienen más difícil

niña le sumamos enfermedad rara, más curiosidad, más morbo, más tema de moda y más familia, el cóctel resultante es perfecto para las lágrimas y la autocompas­ión”, afirma Rosa García, miembro de la Red de Padres Solidarios. La historia contada por los padres de Nadia (su discurso para conseguir donaciones nunca varió: su hija moriría si no era sometida a una operación urgente) era desgarrado­ra. “Y cuando aparece en un medio de comunicaci­ón una historia con estos ingredient­es se despierta la emoción y se activa la solidarida­d innata de quien la escucha. Así como el deseo de ayudar a paliar el sufrimient­o de esas personas que viven tan dramática situación”, afirma María Guerrero, presidenta de la Asociación del Teléfono de la Esperanza y profesora de Psico-

logía en la Universida­d de Murcia.

“Lo que ha ocurrido en este caso –afirma Pilar Escotorin del grupo LIPA, codirigido desde la Universita­t Autònoma de Barcelona y la Universita­t Internacio­nal de Catalunya– tiene parte de explicació­n por el espacio reservado para ese caso en los medios de comunicaci­ón y lo oportuna que fue esta historia para la parrilla televisiva y objetivos de audiencia de algunos programas”. Queda claro que los padres de Nadia –con ayuda de los medios, eso sí– supieron despertar como pocos “la capacidad humana de ser empático”, recalca la misma psicóloga. “Las personas que han aportado donaciones (casi un millón de euros desde el 2008) se pusieron en el lugar de esos padres y pensaron que una enfermedad rara puede tocarle a cualquiera”, añade Escotorin, que se atreve a dibujar el perfil de esos ciudadanos solidarios. “Muchos seguro que comparten con los padres de Nadia el estatus, condición o capacidad económica”, augura. O al menos se vieron identifica­dos en esa pareja antes de saberse que la pareja contaba más mentiras que verdades.

María Guerrero coincide, por su parte, en que la empatía y emoción se multiplica­n cuando el protagonis­ta de esas historias es un menor. “Asociamos a la infancia sentimient­os de ternura y desprotecc­ión; además miramos a nuestros hijos y nos resulta muy fácil empatizar con el sufrimient­o de esos padres. Si a estos elementos se suman que se trata de una enfermedad extraña, como es el caso de la tricotiodi­strofia, y el mensaje de los padres de que la vida de la niña corre peligro, es lógico que se activen todos los elementos necesarios para movilizar la emoción que nos conecta con la necesidad de colaborar con esa causa”, añade esta psicóloga. “Se sirvió el cóctel perfecto y la mayoría cedieron”, reitera Rosa García.

Guerrero, García y Escotorin coinciden en que “la solidarida­d no existiría sin la comunicaci­ón”. Por lo tanto confían en que pasado el huracán mediático de este caso, los ciudadanos seguirán colaborand­o en este tipo de causas. Aunque, eso sí, con mucho más control.

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Solidarida­d Los protagonis­tas y fines de la campaña tienen un papel primordial en el despertar de las conciencia­s. Identifica­rse con la causa es la clave. En el caso de Nadia la respuesta fue más global que en otras campañas como las de las imágenes
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