Buscando estímulos
48, 45, 45, 56, 45. Son los puntos de ventaja que ha obtenido el Barça sobre el Espanyol en los últimos cinco campeonatos. Es como confrontar un fórmula 1 con uno de esos coches de juguete con cuya fabricación se ha enriquecido Mr. Marshall. Perdón, Mr. Chen. Si admitimos que practican el mismo deporte, lo hacen en galaxias diferentes, con presupuestos y apoyos sociales incomparables y con objetivos dispares. Pero los millones del industrial juguetero chino parece que se notan en el campo y, en primera instancia, han rescatado al Espanyol del anonimato o de cosas peores. La autodenominada maravillosa minoría, azote del pensamiento único y protagonista de memorables asambleas con personajes grotescos, se presenta en el Camp Nou eufórica. No es para menos: la desventaja de nueve puntos respecto al engreído vecino metropolitano es de dimensiones humanas. Más por demérito de un Barcelona que ha presentado episodios de temblores que por el nivel de un Espanyol que tampoco es para tanto. Bien estructurado, sí; defensivamente seguro, también. Cualidades que ponen al Barcelona en estado de alerta, el mejor estímulo para no caer en la cautivadora tentación de tomarse el derbi a pitorreo. El equipo de Luis Enrique ha agotado el crédito de ridículos en el Camp Nou y no tiene excusas para escatimar un regalo de Navidad a sus millones de seguidores. Podría ser algo más espléndido, pero un derbi es un derbi aunque el tiempo lo haya devaluado.