La copla de Sánchez Flores
Hace unos días, cuando se conoció el trío arbitral para el Barça-Espanyol, un diario más blaugrana que deportivo lanzó una alerta en Twitter: “¡Cuidado Barça. Mateu Lahoz pitará el derbi frente al RCDE!”. Inmediatamente después de esta advertencia de buena fe, repasé las estadísticas del once culé con el colegiado y entendí que la alarma estaba más que justificada: el Barça ha padecido 21 arbitrajes del hostil Lahoz sin conocer nunca la de- rrota. Con tales ante- cedentes, deben de estar tiritando los culés, sin duda, porque la lógica estadística invita a pensar que el bueno de Lahoz, aunque le duela, verá antes de su jubilación perder al Barça con él en el césped. ¿No? Pero más allá de las cábalas arbitrales, y obviando las importantes bajas de última hora (Víctor Sánchez, Baptistão y Hernán), amén del lastimero lloro preventivo de Luis Enrique dirigido a Lahoz, los pericos acudimos al Camp Nou, coliseo siempre temible, con el orgullo de clase recuperado gracias al dinero asiático de Mr. Chen –somos humildes, pero ya no pobres– y la serenidad que otorga la solidez táctica que ha dado Quique Sánchez Flores al equipo. Príncipe gitano de mirada bohemia, hijo de Carmen Flores y sobrino de la gran Lola, cuyas ruedas de prensa son como coplas con ecos de aquel fútbol con sabor a verdad que la generación 70 descubrimos al frecuentar el campo de Sarrià, y que apenas sobrevive ahora que la televisión, el patrocinador y el turista tienen prioridad. Una copla de Sánchez Flores que nos marca el camino hacia un nuevo tamudazo y cotas mayores. Hoy o en el futuro. Sólo es cuestión de tiempo.