La Vanguardia

Excavando

- Pedro Nueno

En todo el último trimestre no he tenido tiempo de pasarme por las excavacion­es de Catalina, ya saben, aquella isla del archipiéla­go Patreuro, situado entre el océano Atlético y el mar Intermedia­rio, en la que hace 3.000 años hubo una civilizaci­ón. Quería pasar antes de que el profesor Onesone, el americano que dirige la excavación, se volviese a su país a pasar las fiestas (aunque allí no las celebran como aquí). Encontré al profesor Onesone muy preocupado. Había una actividad tremenda en las excavacion­es, con operarios sacando tierra y limpiando cuidadosam­ente mosaicos pero, sobre todo, muchísimos niños con profesores y profesoras obviamente americanos que les daban lecciones sobre los mosaicos de la excavación con la emoción con que los americanos, un país joven, hablan de las civilizaci­ones que había en Europa hace 3.000 años.

La gran preocupaci­ón del profesor Onesone era qué podría pasar con Trump como presidente. Los colegios americanos con los que hacía años que tenía relación y que, en algunos casos, tenían acuerdos de intercambi­o con colegios de aquí, le habían dado a entender que no estaban seguros de que ciertas ayudas que recibían para que los niños americanos pudiesen pasar un período de prácticas en lugares como Barcelona, Madrid o Roma y los niños europeos pudiesen pasar ese período en algunos colegios de New England (Massachuss­etts, Maine, etcétera) se fuesen a mantener en el futuro. Les había llegado que alguno de los funcionari­os que podrían ser promociona­dos había dicho en el pasado que no entendía por qué llevar niños americanos a Europa; Estados Unidos era, en su opinión, suficiente­mente grande y variado como para hacer los intercambi­os en el propio país.

El profesor Onesone me acompañó a enseñarme algunos de los mosaicos que habían descubiert­o recienteme­nte. Le gusta conocer la opinión de gente de aquí sobre ellos.

En un mosaico se veía a unos catalinos que iban gritando con unas banderas de Catalina asegurando que se independiz­arían del resto del archipiéla­go Patreuro. Pero en el mosaico de al lado, se les veía hablando con sonrisas y amistad con los guerreros del archipiéla­go, enseñándol­es que las espadas que llevaban eran de madera blanda y compartien­do con ellos ánforas de vino. En otro mosaico se veía al rey de Catalina con sus visires y la imagen estaba en el centro del mosaico. Debajo de ellos se veía a esclavos catalinos sin amo pasando hambre, sufriendo, pidiendo ayuda. Encima de ellos, en la parte alta del mosaico se veía cómo los mercaderes, los artesanos, los curanderos, de Catalina, compraban esclavos que ya podían comer y dar de comer a su familia. El rey y los visires estaban mirando hacia arriba y parecía como si estuviesen rezando a sus dioses para conseguir que más esclavos fuesen comprados.

En el mosaico de al lado se veía que el rey y los visires se daban las manos felices mirando hacia arriba donde se veía el puerto de Catalina lleno de galeras, algunas enormes, de las que bajaban miles de habitantes de otros imperios, artesanos, mercaderes, usureros, albañiles, filósofos, curanderos, que venían a pasar un tiempo en Catalina. Por otro lado entraban en las galeras ciudadanos que regresaban a sus imperios e iban cargados de ánforas, cestas, ropajes, zuecos. En otro lado del mosaico se veía a los catalinos importante­s contando piastras de oro y dando algunas a sus esclavos. En una galera del puerto de Catalina estaban cargando carruajes nuevos que habían fabricado en la isla y se llevaban a otros imperios. Pero el rey les decía a los visires: “Cuidemos las galeras de visitantes; esto puede ser la solución durante 3.000 años”.

En el mosaico se veía que el puerto de Catalina estaba lleno de galeras

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