Las razones del escéptico
PIRRÓN, que iba para pintor hasta que unos porteadores de antorchas dibujados por él en el gimnasio de la ciudad de Elis (siglo IV a.C.) le arruinaron definitivamente la carrera como artista, se convirtió con los años en un interesante filósofo de la escuela de los escépticos, gracias sobre todo a Anaxarco. Un personaje como Pirrón sería visto en nuestros días como un excéntrico o, peor, como un loco, porque era indiferente a lo que sucedía a su alrededor. Si durante una discusión, su interlocutor lo abandonaba, no le importaba y seguía haciéndose preguntas impertérrito. En una ocasión, mientras paseaba con su maestro Anaxarco, este cayó en un foso de fango. Pirrón no perdió la calma y siguió discutiendo como si nada hubiera ocurrido. Al cabo de un rato, Anaxarco, rebozado en barro, lo alcanzó y le felicitó por su impasibilidad demostrada. Hoy, cualquiera que le hubiera pasado algo así habría tomado una foto y a continuación estaría en las redes sociales hasta convertirse en trending topic. Por eso Pirrón tiene pocos seguidores en nuestros días y resulta poco influyente filosóficamente.
En los últimos días, como si fueran dos escépticas pirronianas, Soraya Sáenz de Santamaría y Mercè Conesa, vicepresidenta del Gobierno de España y presidenta de la Diputación de Barcelona respectivamente, han colapsado las redes sociales por dos frases que muchos piensan, pero pocos se atreven a decir. La primera insinuó en la Cope que la campaña de recogida de firmas contra el Estatut fue un error, y la segunda declaró en Nació Digital que quizás el referéndum no se podría hacer y el Govern debería convocar elecciones.
Toda la filosofía está basada en la duda, en caso contrario estaríamos en el campo de la fe religiosa. Pirrón definió al escéptico como el que profesa dudas o está en desacuerdo con lo que generalmente se acepta como verdad. Y se le atribuye está frase definitiva: “No digas ‘así es’, sino ‘me parece que es’”. Todo un manual de tolerancia.