La elección de rector
Este año se cumplen ochenta de la muerte de Karl Kraus. El periodista de opinión más incisivo y, a pesar de ello, con mayor éxito del siglo XX. Llenaba los teatros de Viena, su ciudad, como conferenciante. De él es la frase: “La educación es lo que la mayoría recibe, muchos traspasan y sólo unos pocos tienen”.
La universidad educa y educa a los que educan. Pero no siempre se educa a sí misma. Se olvida de sus objetivos y valores, centrados en la educación superior. La educación es tarea de todos y de toda una vida. Y los educadores no son una excepción: deben ser el mejor ejemplo de este compromiso. Pero no siempre quienes nos dedicamos a ello lo tenemos presente. O lo peor: no queremos tenerlo presente. Consideramos que, como universitarios, ya estamos educados, y que la universidad no tiene que educar: que nuestros estudiantes ya entran en ella educados. Algunos juzgan además inoportuno preguntarse por la educación, cuando hay tareas mucho más claras, efectivas y apremiantes, como investigar, gestionar y enseñar con las nuevas técnicas de aprendizaje. A otros, la educación simplemente no les conviene a sus intereses.
La autoeducación de la universidad pública en Catalunya exige replantear la elección de su rectora o rector, quien por cuatro y hasta ocho años determinará la política de gobierno de su centro, con sus obvias consecuencias en la comunidad universitaria y fuera de ella. Ahora la elección del rector no se hace bien: posee poco fundamento académico, es ineficiente y casi siempre se desarrolla inmersa en una rivalidad tan enconada como innecesaria entre las distintas candidaturas y en un in crescendo general de dudas y demagogia. Tras dos experiencias como candidato, puedo decir que la elección mediante voto universal ponderado me parece la más acorde con la universidad pública. Pero que debe haber un límite de cuatro candidatos, aceptados por un consejo electoral independiente del gobierno de la universidad. Lo formaría, por ejemplo, una parte del claustro, el consejo social y la junta consultiva del propio centro. Sólo se admitiría aquel aspirante que propusiera un programa razonado y detallado de gobierno y se acompañara de tres, no más, responsables de área (académico-docente, organizativa y de investigación y proyección).
En bien de la universidad pública, el sistema actual, anormativo y pernicioso, debe ser sustituido por otro, igualmente autónomo y democrático, pero con calidad universitaria.