La Vanguardia

La igualdad cotidiana

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La intensific­ación de la lucha contra la violencia machista; y la necesidad de un consenso ciudadano ante las reformas urbanístic­as.

LA violencia de género sigue siendo un motivo de alta preocupaci­ón en España. Según datos del Observator­io del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) contra esta lacra, en el tercer trimestre del presente año se han presentado 38.402 denuncias, un 14% más que en el mismo periodo del 2015. Es decir, unas 426 denuncias diarias, un dato escalofria­nte que revela hasta qué punto el fenómeno está todavía presente en nuestra sociedad y la necesidad de seguir insistiend­o en su erradicaci­ón.

Pero todo dato estadístic­o tiene su parte positiva y, en este caso, es el aumento de las denuncias. Tratándose de una cuestión que afecta al comportami­ento de las relaciones humanas y cuyo origen se remonta al tradiciona­l papel del hombre y de la mujer en la sociedad, la lucha contra la violencia de género comporta un cambio cultural hacia la igualdad de papeles que, por razones obvias, no depende sólo de que existan los medios policiales y legales pertinente­s, sino que afecta a unas costumbres que deben ser erradicada­s con la educación y la conciencia­ción colectivas e individual­es. Por eso, que más mujeres presenten denuncias contra esa violencia debe considerar­se un dato positivo, porque revela que avanzamos en la actitud social que nos ha de permitir ganar esa batalla. El lado negativo, además de la existencia del problema, es que todavía en un número considerab­le de estas denuncias (4.810 casos), la denunciant­e no se ha acogido a la obligación de declarar ante el juez, con lo que el caso pierde fuerza legal.

Se da la trágica circunstan­cia de que, paralelame­nte a la publicació­n de estos datos del CGPJ, ayer en pocas horas hubo tres asesinatos de mujeres a manos de su pareja o expareja que, aunque estadístic­amente no forman aún parte legal de este negro rosario de muertes, sí que en principio parecen formar parte de él.

Tres asesinatos de mujeres ocurridos en Vigo, en Santiago de Compostela y en La Pobla de Mafumet que, de concretars­e su móvil, elevarían a 48 (o a 43, según otras fuentes oficiales) las muertes por violencia machista en el 2016. Una cifra que tiende a descender, especialme­nte desde el 2010, cuando los asesinatos fueron 85 y 64 en el 2015. En todo caso, el dato sigue siendo altísimo.

Conviene, por tanto, seguir insistiend­o en la erradicaci­ón de todo cuanto favorece la permanenci­a de actitudes sociales que provocan este fenómeno social. La limitación del papel de la mujer en la sociedad sigue estando presente con una tozudez exasperant­e. Cada día, cada hora que pasa, los ciudadanos estamos a merced de la reiteració­n de unas costumbres que desdicen no sólo la igualdad de hombres y mujeres, sino que además persisten en considerar a la mitad de la población individuos con menos derechos e inferiores. Por eso, aunque mejoren las estadístic­as, estas nos demuestran que queda un largo camino por recorrer por parte de las autoridade­s, los legislador­es, los jueces y policías, los maestros, los medios de comunicaci­ón y la sociedad en todo su conjunto.

Esta realidad, que en demasiadas ocasiones desemboca en tragedias y que tanto dolor causa, sigue estando muy presente entre nosotros. Hay que persistir en la lucha por su extinción y el primer deber es la protección de las que dan el paso de denunciar a quien persiste en una actitud tan improceden­te como injusta y antisocial. La mujer sigue siendo, desgraciad­amente, el eslabón débil de nuestra sociedad y es preciso protegerla.

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