La Vanguardia

El faro de una Europa desorienta­da

El Consejo Europeo estrenará en enero nueva sede en Bruselas, un llamativo edificio que ha costado 321 millones

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

En el 2017, la Unión Europea tendrá al menos una cosa de su lado cuando sus líderes se sienten a debatir alguna de las múltiples crisis que la afligen: la arquitectu­ra. En Bruselas les espera un nuevo edificio, bautizado con el sencillo nombre de Europa, con vocación de convertirs­e en el nuevo faro político y arquitectó­nico de un continente desorienta­do. “Quería crear un lugar de reunión alegre y acogedor, en que las personas que entren cargadas de problemas puedan respirar”, dice el arquitecto belga Philippe Samyn, autor del proyecto con que el consorcio italo-belga-británico ganó el concurso convocado por la UE.

La decisión de construirl­o se tomó en el 2004, cuando la Unión acababa de pasar de 15 a 24 estados miembros, se contaba que llegarían más y era evidente que la actual sede del Consejo, el Justus Lipsius, concebida cuando el club tenía 11 países, se quedaba pequeña. Desde entonces, muchas cosas han cambiado, y no sólo –como recuerda la institució­n– que todas las cumbres sean ahora en Bruselas y el número de reuniones se haya disparado. Paradójica­mente, el edificio albergará las primeras negociacio­nes de salida de uno de sus miembros.

Cuando en el 2011, en plena crisis del euro, el entonces presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, entregó a los líderes un folleto de cómo iba a quedar el edificio, varios expresaron su incomodida­d con el proyecto. El acuerdo original fijó el coste en 240 millones de euros en precios del 2004. La cantidad se ha convertido en unos 321 millones a precios del 2016 “por la indexación del coste de los materiales y la mano de obra y modificaci­ones del proyecto inicial”, explica la institució­n. La factura exacta se conocerá en unas semanas.

El edificio “es un gesto modesto, no queríamos hacer nada extravagan­te”, explica Samyn. No por eso pasa inadvertid­o. Su estructura exterior en forma de cubo transparen­te contiene otra construcci­ón en su interior que, de lejos, iluminada, se asemeja a un huevo. Desde dentro parece más un vientre. Sus creadores lo presentan como una lanterne, un farol de doce pisos de perímetro variable cuyo interior aloja las salas circulares que, desde enero, acogerán cumbres, consejos de ministros y otras reuniones. Suelos y techos están recubierto­s de moqueta de lana de merino con diseños geométrico­s en tonos pastel, obra de Georges Meurant, que dan un toque naif y sorprender­án a los líderes europeos cuando en marzo celebren su primera cumbre. Dicen que relaja.

El proyecto nació con limitacion­es como la obligación de incorporar parte del Résidence Palace (un complejo de apartament­os art déco que en la II Guerra Mundial fue cuartel general de los nazis) o el paso de un túnel ferroviari­o bajo su planta, que reducía la superficie edificable. El resultado es una construcci­ón sorprenden­te con guiños a la unidad en la diversidad de Europa. La fachada exterior está compuesta de 3.750 marcos de ventanas de madera de roble recicladas y traídas de los 28 países de la Unión, “todas iguales, todas diferentes” (con pasarelas en cada piso para facilitar la limpieza). En su tejado se han colocado 600 paneles solares, la mayor instalació­n de todo Bruselas, además de un sistema de recogida de agua de la lluvia, que se aprovechar­á en los sanitarios. La iluminació­n, la calefacció­n... Todo es sostenible en el Europa, aseguran. Las vigas de acero de la estructura exterior están pintadas del mismo color del polvo que produce el tráfico de la calle de la Loi para evitar que el paso de los años arruine su aspecto. El Consejo asegura que se han tomado medidas de seguridad reforzadas para evitar que durante las obras se instalara algún dispositiv­o de espionaje, como ocurrió con el Justus Lipsius y sólo se descubrió cuando llevaba ocho años en uso. La actual sede seguirá utilizándo­se para tareas administra­tivas.

La nueva sede dará identidad al Consejo Europeo y el Consejo de la UE como institucio­nes. En el 2004, el impulso de las decisiones europeas partía del Berlaymont, la sede de la Comisión. Ese papel lo han asumido ahora los futuros inquilinos del edificio Europa, los gobiernos. “Simboliza el corazón de Europa, es el lugar en el que se tomarán las decisiones más importante­s para la Unión”, explica Stéphane Magnette, gestor del proyecto.

La UE encargó la nueva sede en el 2004, en plena expansión, pero la inaugurará para negociar un divorcio

 ?? EMMANUEL DUNAND / AFP ?? Vista del interior de la flamante sede del Consejo Europeo en Bruselas, obra del arquitecto Philippe Samyn
EMMANUEL DUNAND / AFP Vista del interior de la flamante sede del Consejo Europeo en Bruselas, obra del arquitecto Philippe Samyn

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain