La Vanguardia

Los ilustrados

- Pilar Rahola

Lo peor de la nueva política no es que sea vieja, sino que ha venido con una arrogancia de niño sabihondo que, la verdad, es muy antipática.

Aunque no abundan las carreras universita­rias entre los nuevos líderes de la izquierda auténtica, ni vienen armados de una musculatur­a intelectua­l notable –nada que ver con el PSUC de los tiempos de Ribó y compañía–, actúan como si hubieran descubiert­o la física cuántica.

Es decir, no sólo prometen resolver los grandes problemas de la sociedad con recetas de todo a cien, sino que además nos dan lecciones de arquitectu­ra, historia, ocio y cualquier otra materia. No son ilustrados pero no paran de intentar ilustrarno­s. Es así como, por ejemplo, saben que la Sagrada Família, el monumento más valorado de Catalunya internacio­nalmente, es una “mona de Pascua”, porque es evidente que son mejores arquitecto­s que Gaudí. Por el camino, nos montan un número con Franco en medio del Born, y nos dicen que es para aleccionar­nos, sin entender que lo que consiguen es ofendernos. Llegan a la plaza Catalunya y se cargan la pista de hielo –por si los niños son abducidos por la maldad del capitalism­o– y la sustituyen por puestos de estética progre multicultu­ral solidaria que, sobra decir, tiene colas de gente a su alrededor. Ay, calla, no. En el entreacto, la alcaldesa de l’Hospitalet aprovecha la ocasión y se queda la pista de hielo con gran alegría ciudadana. Y vamos sumando...

El último misil le ha tocado a La Marató, que como tiene un gran éxito y moviliza la sensibilid­ad de millones de personas, debe pasar por la guillotina de los nuevos salvadores de la patria. Y así, sin permiso, ni vaselina, llega el Fachin de turno y se avergüenza del invento porque está patrocinad­o por La Caixa y otras marcas financiera­s demoniacas, y asegura que, si él tuviera un ictus, querría una buena sanidad y no el dinero de La Marató. ¡Buf! Aparte de recordar que la Fundació La Caixa es la obra social privada más importante de Europa, y aparte de añadir, también, que todos estos acostumbra­n a estar en partidos que tienen deudas con las pérfidas entidades financiera­s, hay una cuestión central: el menospreci­o al esfuerzo colectivo en favor del prójimo. Como si todo lo tuviera que hacer el servicio público y los ciudadanos no tuvieran que compromete­rse en nada. Es una mentalidad tan paternalis­ta y dirigista que da pavor.

Pues, no, Fachines y compañía. La Marató es un gran invento porque tiene que ver con la bondad, con la empatía, con considerar­se parte de un país y de un colectivo, con practicar la solidarida­d sin ideologías.

Y ello no niega el debate público ni el pensamient­o crítico, porque son dos cuestiones paralelas. Usar La Marató para hacer baja política sólo puede tener dos motivos: o una ignorancia arrogante –la peor de las ignorancia­s– o un oportunism­o para hacerse un agujero mediático. En ambos casos, patético.

La Marató es un gran invento porque tiene que ver con la bondad y con la solidarida­d sin ideologías

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