La Vanguardia

Castro, Trump y las empresas

- Modest Guinjoan Economista

La primera vez que vi que trabajo y familia podían no ligar fue hace muchos años, cuando Cruyff, entonces entrenador del Barça, optó por su yerno Angoy como portero del primer equipo. Me parecía que el jugador no tenía el nivel adecuado y que el entrenador favorecía a un familiar. Al poco tiempo, los dos dejaron el club juntos y el portero se dedicó al fútbol americano.

Ahora mismo la política nos sirve dos ejemplos de mezcla de política y familia: Fidel Castro y Donald Trump. El primero, a los 84 años y por razones de salud, pasó a su hermano Raúl el testigo de la presidenci­a de Cuba, en 2006 (interiname­nte) y en 2008 (oficialmen­te). El segundo, futuro presidente de Estados Unidos, ha nombrado a tres de sus hijos (Eric, Ivanka y Donal Jr.) y su yerno (Jared Kushner) como miembros del Comité de Transición, un órgano interno y no oficial. Ahora bien, hay una gran rumorologí­a sobre la posibilida­d de que Trump coloque a estos familiares en altas responsabi­lidades del gobierno federal y sus agencias, aunque parece que eso chocaría con una ley antinepoti­smo de 1967. Pronto sabremos cómo acaba, pero todo parece indicar que tendrá sus cachorros cerca, aunque sea como asesores informales, “hombres sabios” o consultore­s.

Castro alcanzó el poder y lo ejerció de manera directa cerca de 50 años. Fue tan carismátic­o y longevo que la revolución se confundía con su persona. Cuando tuvo que ceder su puesto en primera línea nombró a una persona de experienci­a contrastad­a que interpreta­ra bien su política, con él de observador, o sea, mandando. ¿Quién mejor que un hermano con el que habían hecho juntos un largo camino? Sin embargo, Castro afirmaba que la elección respondía a los méritos, no a que fuera de su familia, sin aclarar si ser familiar era un mérito.

Trump se propone crear una idea política de nueva creación, que además es rompedora y llena de incongruen­cias, al menos en el ámbito económico. Para hacerlo, contará con un núcleo de personas de prestigio muy variable y, por lo visto, familiares muy directos. Por el perfil del personaje, es fácil suponer que Trump no espere tanto la competenci­a de sus familiares (nula en asuntos públicos) como la obediencia al líder... y padre. Con eso se asegura en algunos círculos una buena transmisió­n y defensa del proyecto que tiene in mente, si es que lo tiene.

Como al empresario familiar se le aplican a menudo figuras metafórica­s, quizás a aquel que se retira pero que no se retira le podemos llamar también empresario tipo Castro. Es una especie muy abundante. No lo es tanto el empresario tipo Trump, el de prestigio dudoso, convencido de que tiene una idea vaga y al mismo tiempo tan propia de su negocio, que todo tiene que pasar por él y por eso se rodea de fieles, incluidos los que más salvaguard­as ofrecen. Yo no recomendar­ía seguir el ejemplo ni de uno ni de otro en una empresa, porque son perfiles contra natura en las buenas organizaci­ones.

En el ejercicio del poder, los dos políticos han aplicado criterios también perceptibl­es en la empresa familiar

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