La Vanguardia

Las directivas no siempre pueden mostrar que lo son

Tendencias lingüístic­as y sociales aplauden a las mujeres que se quedan en un segundo plano y renuncian al liderazgo ‘por el bien del equipo’

- ALBA HUERGA

Conseguir financiaci­ón o apoyo para liderar proyectos e ideas empresaria­les nunca ha sido tarea fácil para aquellos que quieren emprender o crecer profesiona­lmente. Sin embargo, el problema se agrava si se analizan los obstáculos que dependen del género de los candidatos. Frente a un hombre o una mujer, intuitivam­ente los consejos de financiaci­ón o apoyo se sienten más tentados a pensar que él tiene más posibilida­des de llevar a cabo el liderazgo de un equipo o proyecto que ella. Existen ciertos prejuicios o convencion­alismos que atribuyen mayores capacidade­s de mando, autoridad o eficacia a los hombres que a las mujeres. EN SEGUNDO PLANO Según Estrella Montolio, catedrátic­a en Lengua Española y experta en comunicaci­ón y género, a las mujeres profesiona­les se las percibe más inseguras. “Practican una serie de mecanismos lingüístic­os que los hombres en general no utilizan”, dice. Esta tendencia tiene que ver con la percepción natural de que las mujeres que hablan con seguridad o muestran su expertise, son vistas como chulas, arrogantes o fanfarrona­s. Los hombres están entrenados socialment­e a reconocer sus méritos públicamen­te sin demasiado pudor; entendiénd­ose que cuando alguien cree honestamen­te que hace algo bien ha de decirlo. Por otra parte si una mujer dice abiertamen­te que es buena o que ha conseguido determinad­os logros “corre el peligro de ser tildada de arrogante o vanidosa”. Es por ello que en la mayoría de ocasiones las mujeres difuminan su liderazgo debajo de un nosotros o del equipo –en vez de “yo he liderado”– con lo que su potencial laboral queda silenciado.

Además, el hecho de que los directivos lleven a cabo el aplauso silencioso influye: aplauden o premian más a las mujeres que saben quedarse discretame­nte en segundo plano. “Me lo dicen altas directivas de grandes empresas –que no puedo citar ahora–: ellas tienen que parecer un poco más tontas de lo que son, especialme­nte cuando hablan con compañeros varones para que no las castiguen”, comenta la catedrátic­a Montolio.

Otro aspecto esencial tiene que ver con que “con mucha frecuencia, uno se siente más tentado a elegir a las personas con las que ha interactua­do más o con las que ha estado en los lugares de socializac­ión”. En la mayoría de negocios y sectores empresaria­les, los lobbys o los círculos de poder donde se toman decisiones carecen de presencia femenina. “Además, las mujeres no están en las reuniones informales o actividade­s extra laborales, en las que aparenteme­nte no se están tomando decisiones, pero que influyen en este lobby”. La experta Estrella Montolio asegura que la solución a este problema de apoyo a las mujeres depende de un cambio en la mentalidad de cómo debería ser el liderazgo. “Todo el mundo debería entender que algunas de las habilidade­s o caracterís­ticas comunicati­vas que habitualme­nte realizan las mujeres son más beneficios­as para los sectores empresaria­les”. Algunos de ellos son priorizar los logros del equipo frente a los logros del yo ,el consenso colectivo o luchar más por la remuneraci­ón de todos los compañeros frente a la propia. Montolio asegura que deberían castigarse los tradiciona­les estilos de dirección “que sean autoritari­os o acallen a la gente y que no consideren las opiniones del resto del equipo”.

La alta dirección y los comisionad­os de dirección deben conciencia­rse también de que existen unos determinad­os sesgos de género interioriz­ados que adjudican preferenci­a a los hombres y que “no son tan fáciles de eliminar aún cuando pensamos que somos personas razonables y progresist­as”. Por eso en algunos centros científico­s de alto rendimient­o, además de incorporar más mujeres en las comisiones de decisión, han incluido el visionado de un pequeño corto audiovisua­l en el que se habla de estos estereotip­os de género y los prejuicios que llevan interioriz­ados. Es importante que desde la alta dirección de las empresas o rectorados de las universida­des se consideren más a las mujeres “identifica­ndo a aquellas que tienen muy buenos resultados y acompañánd­olas un poco para que no se sientan tentadas a quedarse en un segundo lugar”.

Para ello Montolio recomienda un sistema de cuotas o uno de refuerzo en múltiples sentidos que “valore públicamen­te de manera muy explícita, lo que el estilo de liderazgo de las mujeres tiene de beneficios­o y con ello acabe con la modestia ritual a la que éstas se ven abocadas”.

“Me lo dicen altas directivas de grandes empresas: han de parecer un poco tontas”

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DESIGUALDA­D Las líderes empresaria­les deben hacerse perdonar sus méritos para ser aceptadas

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