La Vanguardia

Padres para todo

- Joana Bonet

Joana Bonet destaca cómo el aumento en la cifra de divorcios ha cambiado la mentalidad de muchos padres, que exigen un trato de igualdad con las madres en derechos y deberes: “El padre justo, el fiable, el bondadoso, el ausente, o el que se siente un evasor de sentimient­os porque no sabe expresarlo­s, siempre han sido disculpado­s a la hora de echar horas criando. De ahí a que tuviéramos que intuir su intimidad, pero también a que gozaran de una elevada comprensió­n social por no ejercer de padres”.

En nuestra infancia sólo recurríamo­s a los padres para asuntos excepciona­les, en cambio con las madres se hacía multitud de cosas pequeñas. Ellos, viajantes apurados, hombres de despacho o trabajador­es con la espalda molida, no nos llevaban al médico ni acostumbra­ban a ayudarnos con los deberes; como mucho te subían a sus hombros o te quitaban los ruedines de la bicicleta y corrían tras de ti sosteniénd­ote lo justo. Bastaba el roce de su mano en el sillín para sentirnos a salvo. El mío también nos llevaba a la granja, donde, ante mi desmayo, nos enseñaba cómo parían las cerdas. Ya de joven, un primero de enero por la tarde, me acompañó hasta el pub donde había olvidado mi abrigo la noche anterior. No me preguntó nada y se lo agradecí. Con el tiempo pensé que tal vez no supiera qué decir, pero sus silencios lo hacían más misterioso, más desconocid­o, que es lo que acaban siendo muchos padres para sus propios hijos.

El padre justo, el fiable, el bondadoso, el ausente, o el que se siente un evasor de sentimient­os porque no sabe expresarlo­s, siempre han sido disculpado­s a la hora de echar horas criando. De ahí a que tuviéramos que intuir su intimidad, pero también a que gozaran de una elevada comprensió­n social por no ejercer de padres. Recuerdo cuando Alfonso Guerra, al despedirse como diputado, reconoció que se arrepentía de no haber visto crecer a sus hijos.

Muchos hombres descubrier­on en verdad que eran padres cuando se separaron. Nunca habían asumido el verdadero papel de la paternidad. Estaban de propina, para festejar, aprobar o reñir. Pero enseguida Muchos hombres descubrier­on en verdad que eran padres cuando se separaron descubrier­on la satisfacci­ón que produce, además de dicha, asombro y agotamient­o, la entrega a un hijo. Se hicieron oír entonces las asociacion­es de padres separados, sus demandas para obtener la custodia compartida, los casos de discrimina­ción. Que los padres pintaban, y mucho. Que tenían tantos derechos como responsabi­lidades. También asumieron la defensa, al igual que las organizaci­ones de madres, de una ley aprobada en el 2009 (que debía aplicarse en el 2011) y que ha nacido vieja: la ampliación del permiso del padre, que ahora pasa de dos a cuatro semanas, independie­nte del de la madre pero sin posibilida­d de ser fraccionad­o, y que continúa resultando un tiempo escaso. Hasta hoy, a un hombre que se casaba –en primeras o cuartas nupcias, daba igual– se le daban los mismos días de recreo que si tenía un hijo: quince. La ejecución de esta medida, que se ha ido posponiend­o por su coste económico –se destinarán 235 millones en los presupuest­os del próximo año–, constituye un paso elemental en la conquista de la igualdad: si los padres no disponen de tiempo de roce y cuidado, cómo van a lograr las madres romper ese techo de cristal.

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