Clinton sufre más deserciones que Trump en el Colegio Electoral
El presidente electo de EE.UU. confirma su victoria por 304 votos a 227
Después de semanas de campaña para que los miembros del Colegio Electoral rompieran la disciplina de voto en sus respectivos estados y negaran a Donald Trump la presidencia, la cruda realidad fue que se registraron más deserciones entre los compromisarios de Hillary Clinton, lo que da una idea del mar de fondo que se vive en el Partido Demócrata tras la derrota del 8 de noviembre. De todas formas, las deserciones de uno y otro bando resultaron anécdotas sin consecuencias. Donald Trump será el 45º presidente de Estados Unidos pese a obtener casi tres millones de votos menos que su rival, porque 304 electores votaron por él frente a los 227 que lo hicieron por Hillary Clinton.
En cuanto terminó la votación de los compromisarios de Texas, Donald Trump hizo la siguiente declaración: “Agradezco al pueblo estadounidense su abrumador voto para elegirme como su próximo presidente de los Estados Unidos. Con este paso histórico podemos mirar hacia el brillante futuro que nos espera”.
Hillary Clinton perdió en la elección el apoyo de cinco electores de los estados en que ganó. Donde hubo más indisciplina fue en el estado de Washington. Tres electores prefirieron votar por el exsecretario de Estado Colin Powell, general republicano que en la campaña apoyó, sin embargo, a Clinton. Otro compromisario votó por Faith Spotted Eagle, un jefe Sioux significado en la lucha contra la construcción de un oleoducto a través de territorio indio.
En Hawái, un compromisario votó a Bernie Sanders en lugar de hacerlo por la candidata nominada. El senador izquierdista de Vermont podía haber tenidos más votos, pero los colegios de Maine y Minnesota, aplicando la legislación local, expulsaron y reemplazaron a los disidentes, y en Colorado obligaron a un com promisario a rectificar en una segunda votación.
A Donald Trump sólo le fallaron dos compromisarios en Texas, que votaron uno por el excongresista Ron Paul y otro por el gobernador de Ohio, John Kasich. La postelección dio para un pequeño rifirrafe entre el expresidente Bill Clinton y el presidente electo: “Trump no sabe mucho de nada pero sí sabe conseguir que los hombres blancos irritados voten por él”. Trump replicó: “Él sí que no sabe, que con un presupuesto ilimitado no ha conseguido que le voten en estados clave”.
Todo resultó pues muy anecdótico menos la estadística, porque nunca en la historia de Estados Unidos se registraron tantos tránsfugas en el Colegio Electoral. Entre este dato y el hecho de que la candidata derrotada obtuviera más votos que el ganador se ha alimentado el debate sobre el sistema electoral estadounidense, aunque cada cual arrimando el ascua a su sardina, como suele ocurrir en todas partes.
La elección del presidente y el vicepresidente de Estados Unidos es indirecta. El Colegio Electoral lo componen 538 miembros, un número que surge de la suma de 435 miembros de la Cámara de Representantes, 100 senadores y tres representantes del Distrito de Columbia. Pero los electores no son los congresistas, sino miembros designados por cada partido.
Los padres fundadores optaron por la elección indirecta porque temían que los votantes se dejaran llevar por la demagogia de personajes estrambóticos. Uno de los fundadores, Alexander Hamilton, escribió hace más de dos siglos que la Constitución –y en ella el Colegio Electoral– se había diseñado precisamente para asegurar “que la oficina del presidente nunca caiga en suerte a cualquier hombre que no se encuentra en un grado eminente dotado de las cualidades requeridas”. Los tiempos han cambiado, que diría Dylan.
Cinco demócratas disidentes frente a dos republicanos en la elección con más tránsfugas de la historia