La Vanguardia

Las muletas

- Antoni Puigverd

Hace años que la política catalana provoca movimiento­s tectónicos. Es tan lejano el tiempo apacible del pujolismo que parece prehistóri­co. Después del tripartito y de la aventura del Estatut el paisaje político quedó trastocado, aunque nadie esperaba que el procés independen­tista llegaría tan lejos. Se habla mucho, en este sentido, de la sentencia del Tribunal Constituci­onal (2010): la última gran conmoción sísmica del Estatut. Pero se habla muy poco del papel de los partidos en aquella aventura. Observado a través de la distancia, se observa que es ERC quien marcó el camino. ERC llevaba en el programa electoral del 2003 no sólo la necesidad de una revisión del marco jurídico y económico de Catalunya, sino un concepto que ha sido clave en la populariza­ción del independen­tismo: el llamado expolio fiscal. Por si fuera poco, la ERC de Carod tenía la llave de la gobernabil­idad y se decantó por la creación del tripartito, abandonand­o la posibilida­d de crear un Frente Nacional con CiU.

El primer tripartito podía haber sido un proyecto coherente. Pero el president Maragall era un rey sin corona: cautivo, no sólo de ERC y de Iniciativa, también del PSC (partido que sólo le habría aceptado sinceramen­te después de una victoria incontesta­ble). A pesar de la falta de cohesión interna, el tripartito impulsó la renovación del Estatut, que se convirtió en una confusa competició­n de catalanida­d. El final de esta aventura fue leído como una de tantas caricatura­s del tripartito: ERC fue expulsada del Govern por Maragall y en el referéndum, pidió el no al Estatut. Por razones antagónica­s, ERC y PP votaban igual. La victoria del sí (73,2%) fue pírrica: la baja participac­ión (48,9%) daba alas a los juristas del TC para recortarlo.

Entonces parecía caricature­sco que ERC iniciara la renovación del Estatut para luego bombardear­la. Ahora está claro que respondía a un proyecto: 10 años después el independen­tismo es la corriente hegemónica y ERC volverá a dirigir el país, como antes de la Guerra. La encuesta de Gesop para El Periódico le da 50 diputados. Ya en tiempos del tripartito, por tanto, cuando todavía el PSC ataba los perros electorale­s con longanizas, era ERC quien marcaba el camino estratégic­o. El PSC pasaba por aquella ruta en plan táctico. Diez años después, los electores se lo han cobrado. La frivolidad siempre se paga.

Curiosamen­te, años después, fue Artur Mas quien, por necesidade­s tácticas, tuvo la misma ocurrencia que el PSC: buscar las muletas de ERC. No está claro el resultado estratégic­o de la opción independen­tista convergent­e (ahora PDEcat), ya que el empate de posiciones se mantiene bastante estable. El independen­tismo es muy fuerte, pero no atraviesa la muralla metropolit­ana. En cambio, el triunfo político de ERC es evidente.

Moraleja. Todo es muy confuso y líquido, en el mundo actual, pero una cosa está clara: sólo permanecen los partidos que tienen ideología indudable y un proyecto a largo plazo. Llega un momento en el que los frívolos y los aventurero­s, aunque se las den de fuertes, se marean en las curvas del tacticismo; y se despeñan.

Años después, fue Artur Mas quien, por necesidade­s tácticas, tuvo la misma ocurrencia que el PSC

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