La Vanguardia

Tinieblas

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Leo un resumen de las muchas declaracio­nes de Anjem Choudary, uno de los imanes más influyente­s de Europa, nacido en Inglaterra, de padres pakistaníe­s. Durante décadas Choudary ha tenido tiempo de considerar a los asesinos del 11-M como “extraordin­arios mártires”, de disculpar las bombas de Londres, de definir a Al Bagdadi, el líder del Daesh, como “el califa de los musulmanes y príncipe de los creyentes”, de colaborar con el yihadista Omar Bakri, de crear la logística para enviar jóvenes británicos a la yihad y, por el camino, de proclamar invectivas contra el Papa y la Semana Santa, mientras asegura, tal como publicó The Sun, que el próximo 11-M se producirá en Inglaterra, país al que conquistar­án “con el vientre de las mujeres”. Sus discursos contra las procesione­s de la Semana Santa española son muy virulentos y asegura que son “un atentado contra los musulmanes” y que llevará el caso a Estrasburg­o.

Hasta el 6 de septiembre de este año, su actividad había gozado de impunidad, amparado en las libertades. Ahora ha sido condenado a cinco años de cárcel por “haber traspasado la línea entre la legítima expresión de sus puntos de vista y un acto criminal”. ¡Ya era hora! Y, a la vez, ¡qué suave castigo!

Si traigo a colación a este islamofasc­ista, con la retina sangrando por el atentado de Berlín, es porque es un eficaz ejemplo de la tolerancia con la que tratamos a estos ideólogos del mal, responsabl­es de los cerebros fanatizado­s que nos asesinan. Por supuesto, cada acto terrorista tiene sus circunstan­cias, y la lupa pequeña puede aportar datos precisos. Pero en la mirada global, esta matanza en un mercado navideño –la Navidad es una obsesión de los islamofasc­istas, derivada de su odio por los “infieles”–, tan pareja a la producida en Niza, responde a los tres vértices de una misma ideología: la épica de conquistar el mundo para el califato, un desprecio totalitari­o a la vida y la terrorífic­a eficacia de los ideólogos para fanatizar a miles de personas. Y ello tanto sirve para el loco que grita “Alahu akbar” mientras asesina al embajador ruso, como para quienes aceleran un camión para matar a cualquier ser humano que encuentren a su paso. Distintos países y orígenes, diferentes circunstan­cias personales, diversas contingenc­ias, pero… igual ideología del mal, iguales fuentes de fanatizaci­ón, igual objetivo totalitari­o. Estamos en guerra, y, como he dicho tantas veces, la trinchera es un autobús, un tren, una discoteca, un mercado navideño…

En este punto, y volviendo a los centenares de Choudarys que hay por nuestras ciudades, cabe volver a recordar lo básico: nuestras democracia­s deben amparar religiones, identidade­s y culturas diversas, pero nunca deben amparar, bajo el escudo religioso, a los ideólogos que destruyen el cerebro de su gente para destruirno­s a nosotros. Nuestra tolerancia con el mal es nuestra principal debilidad.

Distintos países, diversos orígenes, diferentes circunstan­cias, pero… igual ideología del mal

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