La Vanguardia

Los cuidadores: la clase social sin derechos

Crece el número de personas con su tiempo y sus ingresos ‘expropiado­s’ para atender a familiares dependient­es

- MAYTE RIUS Barcelona

El aumento del número de personas dependient­es que conlleva el envejecimi­ento de la población está dando lugar a una nueva clase social, el cuidatoria­do. “Es el conjunto de personas que por razones sociales tiene prácticame­nte expropiado su tiempo para dedicarlo a cuidar a otros que no les van a pagar por ello, y que lo hacen por una razón afectiva o moral, con sentimient­o de obligación”, explica la socióloga y profesora de investigac­ión del CSIC María Ángeles Durán, que es quien ha acuñado el término.

Precisa que el cuidatoria­do –integrado mayoritari­amente por mujeres– es un colectivo con menos derechos que el proletaria­do, puesto que trabaja casi 24 horas al día, los 365 días del año, y sin saber cuánto tiempo habrá de continuar en esas condicione­s. Y, a cambio de esa “expropiaci­ón” de su tiempo, estas personas no sólo no reciben remuneraci­ón sino que en muchos casos han perdido la que tenían porque se han visto obligados a renunciar a su empleo, “y su trabajo de cuidadores también les condenará a largo plazo porque cuando quieran volver al mercado de trabajo lo tendrán muy difícil y además no habrán acumulado pagos a la Seguridad Social para tener una pensión propia”, enfatiza Durán, quien investiga el valor económico de estos trabajos de cuidado.

En una primera aproximaci­ón hecha con datos de la Encuesta de Discapacid­ad, Autonomía personal y situacione­s de Dependenci­a del 2008, Durán estima en una media 16 millones de horas diarias y unos 58.400 millones de euros anuales la economía del cuidado en España, según recoge en un artículo sobre Dependenci­a y Género publicado hace algún tiempo por Envejecimi­ento en red.

“Es difícil cuantifica­r la economía del cuidado porque no sólo se dedica tiempo a las personas dependient­es, también se cuida a personas sanas, niños, parejas..., y según datos del INE el tiempo consumido en cuidado creció un 46% entre el 2003 y el 2010”, comenta Durán. Este incremento tiene que ver con múltiples factores, como que al ser políticame­nte correcto cuidar a los hijos ahora los hombres declaran más horas dedicadas a ello, o que debido a la crisis muchas personas han tenido que renunciar a los cuidadores profesiona­les, al tiempo se han reducido los servicios públicos para atender a los dependient­es.

Durante la crisis la Administra­ción también dejó de financiar las cotizacion­es a la Seguridad Social de los cuidadores no profesiona­les que había introducid­o la ley de Dependenci­a, de modo que estas personas están renunciand­o a sus medios económicos ahora y también a largo plazo, porque no generan derecho a la pensión.

Por otra parte, como explica Durán, este colectivo no tiene fácil revertir sus condicione­s ni reivindica­r derechos. “Están dispersos, poco organizado­s y no tienen las condicione­s que llevaron al proletaria­do a convertirs­e en una clase política, porque los proletario­s tenían como instrument­o de fuerza la capacidad de interrumpi­r su trabajo, pero los cuidadores no pueden hacerlo: si dejan de trabajar eso revierte contra personas por las que sienten un afecto profundo y un deber moral”, explica.

Una investigac­ión sociosanit­aria realizada por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontolog­ía (SEGG) y Lindor entre las personas que han realizado el curso sobre cuidadores de mayores dependient­es y entre los cuidadores que visitan su web, confirma que el cuidatoria­do lo integran básicament­e mujeres (88,5%), de entre 31 y 60 años, que dedican a cuidar entre 6 y más de 12 horas diarias y desde hace más de tres años. El 46,5% de estos cuidadores tiene estudios superiores, el 41% estudios secundario­s, y seis de cada diez compaginan los cuidados con otro trabajo. Según datos facilitado­s por Durán, la feminizaci­ón del cuidado también se observa en el caso de personas discapacit­adas con limitacion­es para su vida cotidiana, en todos los grupos de edad y de parentesco: “La proporción de hermanas cuidadoras respecto a hermanos es de 5,4 a uno; entre hijos e hijas, de 4,1 a uno, y entre madres y padres, de 9,3”.

El estudio de la SEGG explica que, al principio, los cuidadores se sienten satisfecho­s por atender a la persona dependient­e, pero a medida que transcurre el tiempo y la situación se vuelve más dura, las dificultad­es se acumulan y comienzan a mostrar estrés, agotamient­o físico y psicológic­o, y a sentir que su trabajo no tiene el reconocimi­ento necesario. El 57% declara que cuidar afecta incluso a su estado de salud, y seis de cada diez expresa que querría tener tiempo para cuidarse a sí mismo.

Según un estudio de la SEGG, el 88% de quienes cuidan a mayores son mujeres y dedican más de 6 horas

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