Trump responde con las Rockettes al rechazo de los artistas a ir a su fiesta
Por suerte para él, a Donald Trump le sobra ego. Si viera más allá de su tupé, se plantearía la cuestión almodovariana: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Después de su victoria el 8-N, las calles de muchas ciudades se llenaron con el grito de “No es mi presidente”. El impacto de ese descontento ha calado en un territorio inexplorado. Los artistas se niegan a participar en la fiesta de toma de posesión e inauguración, el próximo 20 de enero.
Se trata de un acto que colma de orgullo a los protagonistas, que les sitúa en una de las grandes plataformas públicas. Barack Obama contó desde Kelly Clarkson a YoYo Ma. En el 2009 cantaron para el presidente Beyoncé o Aretha Franklin. Durante su estancia en la Casa Blanca, él, su familia y amigos han disfrutado con Rihanna, Kendrick Lamar o James Taylor, entre otros muchos. Según el portavoz oficial de Donald Trump, es decir, su cuenta de Twitter, los músicos y cantantes se mueren por participar en su gran día. Son numerosas celebridades que están pidiendo tickets para esa jornada. Como siempre, su micromensaje iba dirigido a la revancha más que a hacer amigos: “Todos quieren venir, pero mira qué hicieron por Hillary, nada. Yo quiero a la gente”.
Desde su equipo se ha filtrado que, a pesar de contactar con una larga lista de intérpretes, la respuesta habitual es “no, gracias”.
Por ahora se ha confirmado la participación de Jackie Evancho, de 16 años, exconcursante en un programa televisivo en busca de talentos, algo similar a Operación
Triunfo. En la lista también figuran el Coro del Tabernáculo Mormón –con sede en el Vaticano de esta religión,en Salt Lake (Utah)– y las Rockettes, el cuerpo de bailarinas que danza en el Radio City Hall de Nueva York en Navidades desde 1932 y que recibió el elogio más que exagerado de Boris Epstheny, portavoz del comité inaugural de Trump. Lo expuso como si estas chicas fueran la culminación total del arte escénico en Estados Unidos. Lo cierto, sin embargo, es que la primera gran estrella a la que se dirigieron, Elton John, les dio un sonoro portazo. Lo vendieron como una muestra de liberalismo, un gay en la corte del trumpismo. “Yo no soy republicano ni en un millón de años”, replicó el músico al declinar la invitación.
Tampoco aceptó Celine Dion, al igual que el tenor italiano Andrea Bocelli. En principio, él se ofreció a cantar, sostienen en el equipo presidencial de transición. A la que esto trascendió, sus seguidores (más de 226.000 en Twitter) lo invadieron con comentarios del tipo: “Te adoro Andrea, pero si cantas para Trump nunca más volveré a escucharte”.