Fantasmas de Navidad
El fantasma de la Navidad pasada se planta en la Biblioteca Can Mariner, durante el primer concurso literario Lletres Joves. Seguro que algunos miembros del jurado, como Màrius Serra, Sergio Vila-Sanjuán, Miquel Molina o Carlos Zanón, divisan entre los participantes el espíritu de lo que ellos fueron a su edad, entre los 18 y los 25 años. El conductor del acto –organizado por el distrito de Horta-Guinardó, el Ayuntamiento y Biblioteques de Barcelona– pide que los aplausos sean breves, para no molestar a los que están leyendo en la planta de arriba. Y tras un par de canciones de Lidia Uve que reivindican la literatura y el papel de la mujer luchadora en la Historia, la directora del centro, Anna Saumell, da paso al reconocimiento en la disciplina de microteatro. El primer premio está dotado con 1.000 euros, y al oír el nombre de la ganadora, dos chicas en la penúltima fila sueltan un grito. Laia Pujol recoge su galardón, mientras su amiga lo grababa todo con el móvil. El título de su obra es Sóc puta, i què ,ylee un fragmento en el que la protagonista explica por qué decide ejercer la profesión: porque le da poder.
Ona Salvat gana el de poesía y Enric Fernández el de Relat Barceloní, que toma de las manos de Molina, director adjunto de este diario. Mientras tanto, el fantasma de la Navidad presente se pasea por la Filmoteca, celebrando la Nit de l’Edició. Ha tenido suerte, porque otros, como la editora Ester Pujol y la periodista literaria Anna Guitart (nuestra Bernarda Pivota) se han quedado fuera, dada la cantidad gente que hay. Tendrán ocasión de decirle a Aniol Rafel, de Periscopi, que es muy guay en las copas, al final de un acto que dura casi dos horas. Rafel ha recibido el Memorial Fernando Lara, otorgado por la Cambra del Llibre. “No se trata de publicar más, sino de hacerlo mejor; no se trata de repartirse el pastel, sino de hacerlo más grande”, decía en los agradecimientos, “una sociedad que arrincona la literatura es, forzosamente, una sociedad peor; y éste tiene que ser un país que lea”. Celia Filipetto obtiene el Ángel Crespo por su traducción de La niña perdida ,de Elena Ferrante, en Lumen. Blume, Larousse, Moleiro y Tritó también reciben distinciones.
La cineasta Isabel Coixet se lleva el Premio Atlántida por defender la cultura. Lee un cuento titulado Odio la Navidad y se ven algunas imágenes de su nueva película, La librería. En el jurado, formado por dieciocho miembros, sólo hay dos mujeres: Idoia Moll y Montse Ayats. Se impone el fantasma del pasado. Tal vez el del futuro esté en unas investigaciones que han hecho feliz a Ignacio Vidal-Folch: unos científicos han logrado revertir el envejecimiento en ratones, alargando su vida.
El sector editorial también rejuvenece, y el presidente del gremio en Catalunya, Patrici Tixis, prevé que crecerá por tercer año consecutivo. Entre los políticos están el conseller Santi Vila y el regidor Jaume Collboni que, comenta Laura Huerga de Raig Verd, han centrado su discurso en la necesidad de prestigiar el libro; a la vez que consideraban que ya lo están haciendo. Vino, canapés y caras conocidas. Veo a Joaquim Palau, de Arpa, Joan Carles Girbés de Ara Llibres,
Francesc Gil Lluch, de Saldonar, Jordi Rourera de La Magrana, Bel Olid, Elisenda Figueras. El director de Libros del Asteroide, Luis Solano, me lleva a cenar al sitio más pijomoderno de la ciudad.
En la Central del Raval no hay fantasmas navideños, pero sí mucha gente pese a la lluvia, que acude a la presentación de Manel a
Dreamland. Su autor, Arnau Valls, se olvidó de que tenía que casarse mientras hacía el fotolibro. Este sería el titular sensacionalista. Lo cierto es que estaba en un cine de Brooklyn, cuando le recordaron que tendría que estar firmando el papeleo de su boda en Barcelona. Había ido a Nueva York para fotografiar la grabación de Jo competeixo, el último disco del grupo Manel, en una antigua capilla reconvertida en estudio. “Al hacernos la propuesta, lo importante fue la palabra que no dijo”, apunta el cantante del grupo, Guillem Gisbert, “y la palabra que no dijo fue
making of”.
Así, como un quinto Beatle en versión quinto Manel, Valls se incorporó a las sesiones, logrando que se olvidaran de él mientras los retrataba. En las horas muertas, hacía de productor, iba al súper o ponía la mesa.
Valls es director de fotografía en cine, y presenció el primer beso que se dieron Jordi Amat y la que hoy es su mujer. ¿Qué tiene que ver eso con el proyecto? Creo que nada, pero en todo caso Amat conduce el acto, y subraya la atmósfera cálida que transmiten sus fotos en color. No es el libro de un groupie. La idea de Valls era hacer instantáneas de medio formato con una Hasselblad, en homenaje a los fotógrafos de los años 60. Pero también recoge algunas de las que sacó con la Olympus. “Parecemos mejores de lo que somos, salimos todos la mar de guapos”, dice Gisbert. Bueno, matiza el batería, Arnau Vallvé; en alguna él no se ha visto muy favorecido. La edición, limitada, cuenta con mil ejemplares. Feliz futura Navidad y todo eso.
Patrici Tixis, presidente del gremio, preve que el sector editorial crecerá por tercer año consecutivo