Politono en la sala
El contratenor Carlo Vistoli interpretaba el aria He was despised, al final de la primera parte del Mesías, de Händel, cuando un sonido no identificado se mezcló con su voz. Era el timbre de un móvil –esperamos como mínimo que se tratase de una señal fría y simplona, no un politono de tomo y lomo de esos que llevan las últimas horteradas musicales al teléfono–. El culpable de tal infamia se encontraba entre el público, un espectador que olvidó desconectar su aparato. Cuando el director de la orquesta, William Christie, se percató de ello interrumpió de forma abrupta el concierto y abroncó al delincuente: “Acaba usted de cargarse uno de los pasajes más bellos de una de las obras más hermosas jamás escrita”. Bien dicho.
Ocurrió este martes en el Auditorio Nacional de Madrid pero podría reproducirse en cualquier sala de conciertos, cine o teatro. La irrupción de llamadas en eventos de todo tipo ha alcanzado niveles de epidemia. Ya no es sólo el sonido impertinente de un móvil, algunas personas silencian el teléfono pero se dedican a enviar emoticonos por WhatsApp mientras transcurre la obra, deslumbrando con sus pantallas al espectador de al lado.
Urge poner coto a estos delitos culturales. Si de quien escribe dependiera, establecería multas para los que usen sus móviles o tabletas en estos foros. Que suena un teléfono, sanción al dueño. Seguro que así erradicaríamos estas molestias en un breve periodo de tiempo. Otra solución sería instalar inhibidores de la señal móvil en todas las salas, como hacen algunos institutos para controlar las ansias tecnológicas de los adolescentes. Una vez solventado este asunto, se podría abordar otro gran problema: el de los zampapalomitas y los tosedores compulsivos. Pensemos en ello.