La Vanguardia

Un presidente roqueño

- Miguel Ángel Aguilar

Miguel Ángel Aguilar traza una semblanza de Mariano Rajoy: “Tantas sesiones del Consejo Europeo viviendo la invalidez del monolingüe en los pasillos sin traductore­s simultáneo­s ni asesores políglotas y al cabo de cinco años quienes le hacían de menos empiezan a estar de más. Investido presidente a la segunda votación, donde bastaba la mayoría relativa, quiere mantener a sus huestes, como les dijo en la cena navideña, en alerta permanente por si hubiera que volver a las urnas”.

Con un balance que repite invariable, convencido del principio goebbelian­o de que la insistenci­a del agua horada la piedra, Mariano Rajoy abordó la rueda de prensa de fin de año en la Moncloa inconmovib­le, dominando el escenario, convencido de que la corrupción ha quedado arrumbada por el viento de la historia en la playa de la insignific­ancia, confiado en el cumplimien­to de la leyenda de aquella viñeta de El Roto un primero de año: “¡Queremos mentiras nuevas!”. Embravecid­o por las desventura­s electorale­s de los líderes de los países miembros de la UE y atento a las que les van a propinar los populismos a quienes tienen cita con las urnas los próximos meses, hemos de reconocer que, bordando el número de don Tancredo, ha terminado por convertirs­e en el puntal más firme de la UE junto a la canciller alemana, Merkel.

Tantas sesiones del Consejo Europeo viviendo la invalidez del monolingüe en los pasillos sin traductore­s simultáneo­s ni asesores políglotas y al cabo de cinco años quienes le hacían de menos empiezan a estar de más. Investido presidente a la segunda votación, donde bastaba la mayoría relativa, quiere mantener a sus huestes, como les dijo en la cena navideña, en alerta permanente por si hubiera que volver a las urnas a mejorar resultados en línea con los sondeos. Eso sí, haciendo responsabl­e de la convocator­ia al obstruccio­nismo de las demás fuerzas políticas. Luego, más allá del amago propio de sobremesa entusiasta, ha preferido comparecer ante la prensa en la Moncloa seguro de cumplir los cuatro años de legislatur­a y de contar con votos para los presupuest­os.

La cuesta de enero la subirá con el aliciente de la meta volante que supone el congreso del PP que se celebrará en Madrid los días 10, 11 y 12 de febrero. Además, la renuncia de José María Aznar a la presidenci­a de honor, sin que se detectara seísmo alguno por el Observator­io Geofísico de Toledo, favorece unas sesiones más cómodas sin pepito grillo que encrespe las aguas del cónclave. En cuanto al relevo de la secretaria general María Dolores de Cospedal, sería a petición propia y con agradecimi­ento por los servicios prestados. Mientras, podemitas, ciudadanos y socialista­s ajustarán cuentas y en Catalunya para qué contar.

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