El amigo americano
Moscú dice que Obama intenta vengarse de la victoria republicana en las urnas
Rusia recibe a los diplomáticos expulsados por el Gobierno de Estados Unidos en su pulso con el Kremlin, pero de momento Moscú ha decidido esperar a que llegue Donald Trump a la Casa Blanca para decidir si devuelve el golpe.
El avión que transportaba a los diplomáticos rusos expulsados por EE.UU. y a sus familiares aterrizó ayer por la mañana en Moscú. 35 funcionarios y sus familias (96 personas en total) descendieron antes de las primeras luces del día la escalerilla del avión que el Gobierno ruso había llevado hasta el aeropuerto de Dulles para recogerlos el día anterior. Se cumplía así el que probablemente será el último puñetazo en la mesa de la Administración de Barack Obama en su pulso con el Kremlin. De momento el Gobierno ruso ha decidido esperar a que llegue Donald Trump a la Casa Blanca para decidir si devuelve el golpe.
El año empieza igual que el anterior, con las relaciones entre EE.UU. y Rusia bajo cero. El jueves pasado la Casa Blanca impuso sanciones contra cinco entidades y cuatro individuos rusos, entre ellos el Servicio Federal de Seguridad (FSB) y la Dirección Central de Inteligencia (GRU), así como altos cargos de este ente militar. Además, el Departamento de Estado norteamericano declaró personas no gratas a estos 35 diplomáticos rusos que ayer recogían sus equipajes a pie de pista bajo la llovizna moscovita. Washington les había dado 72 horas para abandonar el país con sus familiares. También cerró dos residencias pertenecientes a la representación rusa en Nueva York y la embajada en Washington, edificios propiedad de Rusia. Estas sanciones han sido las más duras adoptadas por Obama durante sus ocho años de Gobierno y responden a los ataques cibernéticos supuestamente perpetrados por agentes estatales extranjeros.
“Es sorprendente cómo se han hundido las relaciones entre EE.UU. y Rusia; recuerdan a cómo estaban al final del mandato del presidente Bush en el 2008”, dijo a Sputnik Novosti el director del Centro Ellison para Estudios de Rusia, Europa del Este y Asia Central de la Universidad de Washington, Scott Radnitz.
Washington justifica estas medidas aludiendo al “acoso agresivo” del Gobierno ruso a funcionarios estadounidenses y la supuesta interferencia de Moscú en las elecciones estadounidenses. Las autoridades rusas han negado siempre su participación. El presidente ruso, Vladímir Putin, anunció el viernes que no tomará represalias equivalentes contra diplomáticos estadounidenses, aunque subrayó que Rusia tiene suficientes motivos para dar una respuesta adecuada. El líder ruso calificó los pasos hostiles de la Administración de Obama como “una provocación que persigue socavar todavía más las relaciones ruso-estadounidenses”. Putin, que ha querido situarse por encima de la trifulca, invitó ayer a los hijos de los diplomáticos rusos expulsados a disfrutar de las celebraciones navideñas en el Kremlin.
Moscú ha preferido despreciar la decisión de Obama y esperar al siguiente presidente. “Nos basamos en la idea de que es necesario salir de una vía muerta a la que nos llevó la actual Casa Blanca, y ahora hay posibilidades de hacerlo”, ha dicho la portavoz del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, María Zajárova. Exteriores tiene la impresión de que el equipo de los demócratas intenta “vengarse” de Trump por su victoria y por eso aprueba “decisiones absurdas” a un mes de su llegada a la presidencia.
Está por ver cómo cerrarán Trump y Putin este escándalo de espionaje, que empezó en octubre pasado cuando el Departamento de Seguridad Nacional y la Oficina del Director de Inteligencia Nacional responsabilizaron al Gobierno ruso de estar implicado en los ciberataques contra instituciones estadounidenses. Los medios rusos insistían ayer en que tanto una agencia como la otra reconocieron que los hackers no lograron acceder a los registros electorales de EE.UU. Influir en el resultado electoral a través de unos ciberataques sería una misión casi imposible.
Los expertos comparan la frialdad de las relaciones entre Washington y Moscú con la época Bush