La Vanguardia

Cómo crear una tradición

- Quim Monzó

Lástima haberme enterado cuando la Nochevieja ya había pasado. Un señor de Valls llamado Òscar Pascual propuso un reto a todos los que lo quisieran escuchar: en vez de comer doce uvas, comer doce calçots con su salsa correspond­iente. Él es la segunda vez que lo hace –la primera fue la Nochevieja del 2015 al 2016–, pero en esta ocasión ha querido ver si más gente se apuntaba.

Tener que comer uvas a un ritmo frenético no gusta a todos. Los hay que, antes de que llegue la hora fatídica, las pelan y les sacan las pepitas. Así es más fácil ingerirlas. Los hay que directamen­te las sustituyen: por olivas sin hueso (rellenas o no), por gajos de mandarina, por pasas, por avellanas... A lo largo de la vida, siempre que he tenido que pasar por este ritual lo he pasado fatal, porque no soporto los rituales, de forma que, si en vez de doce uvas, la próxima Nochevieja tocara hacerlo con calçots, eso no añadiría más agravio. Pero la propuesta de Òscar Pascual tiene sentido, al menos para él, que tiene una empresa dedicada a cultivarlo­s y a venderlos. Tiene el huerto en Santa Oliva, en el Baix Penedès, y vende el producto a través de calsots.com (no calcots.com, como parecería lógico si tenemos en cuenta que la letra ç es, antes que nada, una c y, que lleve cedilla o no, es secundario). Ahí puedes encontrar calçots de Valls (50 unidades: 8,80 euros), salsa de calçots artesana (500 gramos: 5,95 euros), pack calçotada y dos sarmientos (62,50), minipack calçotada y sarmientos (sin especifica­r cuántos: 35,95), pack calçotada 8-10 personas (49,80), salsera especial para calçotada (13,65), baberos de calçotada de un solo uso (0,45, supongo que será por unidad...)

Para promociona­r esa industria, el reto que lanzó antes del día 31 es que la gente se hiciera vídeos comiendo doce calçots y los subiera a las redes sociales con el hashtag #12calçots. Para conseguir el premio que ofrecía tenían que ser como mínimo quince comensales. El resultado es que, si no me he despistado, nadie ha subido ningún vídeo que pudiera concursar. Pero su idea no es absurda. También los que instauraro­n la tradición de comer uvas lo hicieron porque vieron una posibilida­d de negocio. Fueron unos alicantino­s que, una temporada de comienzos del siglo XX, tuvieron una gran cosecha de uva. Para dar salida a tanta producción se inventaron un ritual: acompañar los últimos segundos del año con uvas trae buena suerte. Claro que es más fácil comer un grano de uva por segundo que un calçot, pero Òscar Pascual lo conseguirá si el próximo diciembre aumenta el premio al ganador (este de ahora era escaso: 200 calçots, 1,5 kg de salsa y diez baberos). Si el premio que ofrece es un iPhone 7 Plus, se le colapsará la web de tantos vídeos de muchachos engullendo calçots hasta reventar. Y si alguien acaba mal –¡Dios no lo quiera!–, ya tenemos titular destacado. Marketing redondo.

Al loro: la costumbre de comer uvas por Nochevieja va camino de reinventar­se

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