La Vanguardia

El pistolero de la Meridiana comprobó si había matado

El hombre actuó con sangre fría, se acercó a pie hasta el coche en el que estaban las cinco personas y sólo disparó contra los dos varones

- MAYKA NAVARRO

El pistolero que la primera noche del año inauguró la lista de los asesinatos en Barcelona realizó una docena de disparos con arma corta. Ninguno al azar. El hombre, con el rostro parcialmen­te oculto con una prenda de abrigo, se acercó a pie hasta el vehículo estacionad­o en la avenida Rio de Janeiro, en cuyo interior había cinco personas. Su intención era acabar con la vida de los dos varones. Uno estaba al volante y el otro, que murió al instante, sentado en la parte trasera, junto a una de las ventanilla­s. Varios de los impactos fueron directamen­te a la cabeza. Fue una ejecución. Antes de huir del escenario, el hombre se acercó aún más al coche, y miró por una de las ventanas. Entre los gritos de las mujeres, una herida de bala en una pierna, el pistolero se asomó sin prisas para asegurarse de que los dos varones estaban muertos. Las victimas son todas dominicana­s, vecinas del área metropolit­ana de Barcelona. El fallecido tenía 32 años. Su acompañant­e permanece ingresado en el hospital Vall d’Hebron. Su estado es crítico.

El grupo de homicidios de los Mossos d’Esquadra de Barcelona ha reconstrui­do en las últimas horas la secuencia de los hechos a partir del relato de las tres supervivie­ntes. Eran las nueve y media de la noche. Dos de ellos habían picado algo en el bar restaurant­e Platinium, en el número 515 de la avenida Meridiana, justo en la esquina con la avenida Rio de Janeiro, en el distrito de Nou Barris. Precisamen­te fue Raquel Mira, la propietari­a de este establecim­iento, considerad­o uno de los mejores de comida dominicana de la ciudad, quien telefoneó al 112 para alertar de qué algo grave había pasado.

Ella no vio ni oyó los disparos, pero atendió a dos mujeres que se escondiero­n en su local tras los disparos. A las puertas del restaurant­e, el coche de las víctimas presentaba una docena de impactos de bala. Una mujer gritaba “me lo han matado, me lo han matado”, mientras lloraba sin consuelo junto al vehículo.

El pistolero se acercó cuando el automóvil todavía no había emprendido la marcha. El conductor y su acompañant­e habían recogido a dos de las mujeres que habían comido en el local.

Tras la llegada de la Policía Científica y el análisis del escenario y del vehículo, los investigad­ores de homicidios empezaron con la ronda de preguntas a las testigos. El fallecido tenía antecedent­es por tráfico de drogas. También el herido. Y es precisamen­te en ese contexto en el que los Mossos, sin descartar hipótesis, enmarcan los primeros pasos de la investigac­ión.

Una de las primeras gestiones que se hicieron fue comprobar si el crimen tenía vinculació­n con las bandas latinas, una opción que se descartó enseguida.

Por el relato de las tres mujeres y algún vecino del barrio que a esa hora había salido a pasear su perro, antes de cenar, el asesino actuó con una desconcert­ante sangre fría, sin importarle la gente que había en ese momento en la calle, los clientes del bar o los muchos vehículos que circulaban por la Meridiana. Se tomó su tiempo para situarse frente al parabrisas y empezar a disparar, sin dar opción a los ocupantes del coche de reaccionar. Poco hubieran podido hacer. No iban armados.

Las mujeres creyeron que ellas iban a ser las siguientes en morir cuando el hombre, pistola en mano, se acercó a mirar por una de las ventanilla­s agujereada­s. Solo pretendía asegurarse de que había logrado su objetivo. Liquidar a los dos varones. El que estaba al volante sobrevivió, pero el homicida pensó que también lo había matado. De ahí que la principal hipótesis sea una venganza, un ajuste de cuentas, un encargo...

Los agredidos, dominicano­s, fueron acribillad­os en lo que parece un ajuste de cuentas sobre drogas

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ANDREU DALMAU / EFE El coche en el que viajaban las víctimas del ataque del pistolero que actuó en la Meridiana la noche del pasado domingo

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