La Vanguardia

Despropósi­tos para Año Nuevo

- Carlos Zanón

De las pocas ventajas de cumplir años es la desesperan­za. Llegada una edad, los dolores son crónicos y nunca aprenderás inglés. Si asumes eso, puedes con el resto. Si David Bowie o Carrie Fisher mueren, millonario­s y vigilados clínicamen­te, imagínate tú lo que vas a durar en un pasillo de urgencias de Vall d’Hebron. El dolor, la mortalidad y tu incapacida­d de aprender inglés pueden ser signos de una cierta madurez zen. Es obvio que aprender ese maldito idioma me hubiera abierto muchas puertas, pero hice lo que pude, que no fue mucho. Pude sobrelleva­r unas firmas de Sant Jordi al lado de Philip Kerr enlazando títulos de canciones de The Clash y Elvis Costello. Cuando nos venía gente para que les firmáramos ejemplares yo soltaba “Death or glory” o “Spanish bombs” y cuando al escritor escocés se le acababa el boli: “Accidents will happen”. Él también hablaba. A sus frases cortas, yo sonreía. A las largas, meneaba la cabeza sin dejar de sonreír. Si se trataba de parrafadas, bebía con un circunspec­to “My aim is true”. Intentaba no sonreír pero me hacía un lío con eso: soy de sonrisa fácil y de carcajada inusual.

Otro de los despropósi­tos del año es la salud o la dieta. Yo no quiero vivir tanto para acabar sin reconocer a nadie y agitando una cuña cada media hora. Para morirse sin violencia es preciso tener algo de mala salud. Excesos. Muchos. Todos. Intentaré no omitir ninguno. Tampoco creo que vaya a perderme gran cosa si un día hago el tránsito en cama, calle o portal. Toda la gente maravillos­a que tenía que conocer ya la he conocido. Y en cuanto a discos, libros y películas, tengo el disco duro emocional lleno. No me cabe ninguna obra maestra más. No creo en el Más Allá, y si existe, ya improvisar­é. Eso se me da de coña. Seguro que hice un montón de cosas buenas que exhibir a quien decida qué hacer con mi alma. Y todas las malas fueron hechas con el único objetivo de ser feliz. Lo de la dieta y apuntarse a un gimnasio también es otra de las metas conquistad­as a la esperanza. No hay nada más ridículo que hacer gimnasia si no te gusta hacer gimnasia. Hacerla para estar saludable, ligar o perder peso. Es como ser geisha y quebrarte los dedos del pie. Yo soy más del sector Brando Kurtz o Benicio del Toro cuando se deja ir con la Heineken. Hacer gimnasia en un gimnasio y que te guste no sé si es ridículo. En realidad, no sé si puedo catalogiza­rlo en algo que no me genere pesimismo respecto de la raza humana. Espero que de existir Más Allá, Dios tenga michelines. Para que funcionen las dietas hay que tener fuerza de voluntad y creer que la opinión de los demás es más importante que tu satisfacci­ón inmediata. Es decir, fuera de inmediato de mi horizonte crepuscula­r.

Para este año voy a perseverar todo lo que pueda en vicios y debilidade­s, excesos y defectos. Al final todo se reduce a cuánto y con quién. El resto sólo son dietas, cuotas de gimnasio y clases de inglés por si vuelve por Sant Jordi Philip Kerr.

Nada más ridículo que hacer gimnasia si no te gusta hacer gimnasia; es como ser geisha y quebrarte los dedos del pie

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