La Vanguardia

Desgastánd­ose

- Antoni Puigverd

Entre las altas expectativ­as de quienes están convencido­s de que el 2017 será el año definitivo para Catalunya y las displicent­es sentencias de los que sostienen que este será el año del rosario de la aurora, hay un dato de la realidad: el independen­tismo es la principal fuerza catalana. Lo será aunque no logre el objetivo del referéndum. El independen­tismo vino para quedarse en posición central y sólo podría ser desplazado de dicha centralida­d si sobre la mesa apareciera un proyecto diferente de España. Lo expresaba ayer en El País, con aterciopel­ada naturalida­d, Ignacio Urquizu, una de las escasas voces propias del PSOE: “Desde Catalunya, para que sea convincent­e el no a la independen­cia, un sí a una España diferente tiene que ser viable”.

Ahora bien, esta España hay que pintarla al óleo. No existe. Algunos de los constituci­onalistas que la semana pasada reflexiona­ron sobre esta cuestión en La

Vanguardia, la ven posible; pero los más la creen inconvenie­nte. La sentencia del TC sobre el Estatut, que es el detonante del conflicto presente, significó la generaliza­ción entre juristas y académicos de las tesis revisionis­tas de Aznar sobre el capítulo VIII de la Constituci­ón. Aznar logró corregir el pacto constituci­onal y anular, de facto, el injerto republican­o y catalanist­a de Tarradella­s. Lo consiguió sintetizan­do el liberalism­o del filósofo Savater con el tradiciona­lismo español adoctrinad­o sin ninguna posibilida­d de contraste durante el franquismo. La corriente popular de demonizaci­ón del nacionalis­mo vasco (por violento) implicó la demonizaci­ón del catalanism­o; y fomentó paralelame­nte la reconcilia­ción de las dos Españas en torno a los mitos de la españolida­d.

Los edulcorant­es de la operación aznariana fueron el liberalism­o y el patriotism­o constituci­onal, pero su fundamento emocional fue la tradición romántica española (cuando se recomienda al catalanism­o que deseche las falsificac­iones románticas, se suele olvidar que la mitología decimonóni­ca del primer nacionalis­mo español pervive en el corazón de los ciudadanos españoles más liberales, tal como se desprende del tuit de Esperanza Aguirre sobre la conquista de Granada). Mientras no se desarme dicho componente (no lo hará: ha dado grandes réditos a PP yC’s, y ha seducido a una parte decisiva del PSOE), no existe ninguna posibilida­d para una “España diferente”.

¿Qué pasará, entonces, en el 2017? Que continuará la lucha de desgaste. El soberanism­o persistirá en la vía del choque (referéndum o, en su defecto, elecciones) para el que cuenta con cierta fuerza, aunque limitada; y el Estado mezclará la fuerza de los juzgados, que es total, con ofertas de diálogo sin fundamento (un puchero sin carne). ¿Qué buscarán unos y otros? Lo mismo de cada año: erosionar al adversario. El proceso es independen­tista, pero es un juego político a la castellana: patria o muerte, todo o nada. Mientras tanto, fuera del tablero, será necesario que alguien se prepare, al estilo de los camilleros de la Cruz Roja, para las primeras curas de reanimació­n.

El proceso es independen­tista, pero es un juego político a la castellana: patria o muerte

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain