La Vanguardia

El testamento de Rocard

- Rafael Jorba

Un amigo francés, experto en relaciones internacio­nales, me revela un detalle de una reunión con altos responsabl­es del Quai d’Orsay. Un diplomátic­o, analista de la política norteameri­cana, confesaba su desconcier­to a la hora de pronostica­r cuál será el comportami­ento del nuevo presidente, Donald Trump. “Entre otras razones, porque Trump no lee”. Ni tiene discursos de fondo que dibujen de manera estructura­da su visión del mundo, ni conocemos cuáles son sus autores de cabecera. Las principale­s referencia­s que tenemos desde su elección, de las relaciones con China a la disuasión nuclear, se resumen en sus mensajes de Twitter. La paradoja resultante: a la mayor complejida­d del mundo multipolar nacido de la posguerra fría, Trump responde con la simplicida­d de los 140 caracteres de un tuit. Un fast thinker, forjado en el pensamient­o rápido de los platós de televisión, regirá los destinos de la primera potencia mundial.

El caso de Donald Trump, paradigma de la llamada nueva política, revela la disfunción creciente entre el tiempo político, que necesita reflexión y maduración, y el tiempo mediático, que exige respuestas inmediatas, simples y espectacul­ares. Se trata de un mal que ha contagiado también a los actores de la vieja

política. Mi amigo me remite a la entrevista póstuma de Michel Rocard en el semanario

Le Point (23/VI/2016). Rocard, que falleció diez días después, reivindica­ba su legado como representa­nte de la deuxième gauche (segunda izquierda francesa), de matriz descentral­izadora y socialdemó­crata, alejada tanto del jacobinism­o como del marxismo. “Los políticos son una categoría de la población acosada por la presión del tiempo”, decía el ex primer ministro francés (1988-1991). “Ni noches libres ni fines de semana tranquilos, ni un solo momento para leer, cuando la lectura es la clave de la reflexión”, añadía.

La conclusión de Rocard es que los políticos ya no son capaces de pensar un proyecto de sociedad. La aplicaba, en primer lugar, a escala francesa, empezando por el presidente de la República: “El problema de François Hollande es que es un hijo de los medios. Su cultura y su cabeza están en lo cotidiano”. “Para un político, un acontecimi­ento es una sacudida. Si es negativa, hay que corregirla. Si es positiva, sacar más provecho de ella. La respuesta mediática, forzosamen­te inmediata, no tiene sentido”. Se trata de un mal francés que ha contagiado también la política europea, de derechas y de izquierdas: “La democracia cristiana tenía un proyecto de sociedad para toda Europa, que acabó por abandonar. El comunismo ha sido engullido por su arcaísmo. El socialismo tiene un proyecto, pero no es claro desde hace ya mucho tiempo”. Entre tanto, “el sueño europeo se ha debilitado, erosionado por las soberanías”.

Estas reflexione­s póstumas de Michel Rocard son válidas a escala global y local. También en Catalunya estamos huérfanos de propuestas sobre un modelo de sociedad, también el proyecto europeo ha desapareci­do de escena. Nos lo jugamos todo a una carta –el referéndum–, pero todas las encuestas nos dicen que si un día se celebrase, tendríamos un país empatado consigo mismo y con los deberes por hacer.

“Los políticos están acosados por el tiempo... Ni un solo momento para leer, cuando la lectura es la clave de la reflexión”

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