La Vanguardia

El buenismo del Barça

- José María Brunet

Tan importante como lo que ocurre en el campo de juego es muchas veces en el fútbol lo que sucede fuera del rectángulo, en los despachos de los organismos gestores del deporte. En ocasiones, el origen de una polémica está en el césped, pero el recorrido del asunto adquiere luego una dimensión insospecha­da fuera de él, y acaba por resultar desconcert­ante. O simplement­e exagerado.

Véanse varios casos recientes. Por ejemplo, las reacciones a las críticas que el azulgrana Gerard Piqué ha dirigido a los árbitros tras los últimos partidos, en especial por la actuación de Fernández Borbalán en el lamentable encuentro de ida de octavos de Copa contra el Athletic de Bilbao. O bien la polémica –incluso internamen­te, en el propio FC Barcelona– por la ausencia de los jugadores de la gala de la FIFA en Zurich para homenajear a Cristiano Ronaldo. Paralelame­nte, en cambio, otros hechos relevantes pasan prácticame­nte desapercib­idos. Por ejemplo, el archivo de la investigac­ión sobre el presunto fraude atribuido a Xabi Alonso mientras fue jugador del Real Madrid, un caso muy similar al del barcelonis­ta Mascherano, quien a diferencia del primero tuvo que hacer frente a un proceso penal que terminó en condena con una sentencia de conformida­d.

Si se analiza con cierta perspectiv­a este tipo de acontecimi­entos quizá quepa preguntars­e si la entidad afectada, el FC Barcelona, no practica en ocasiones un buenismo exagerado. A Piqué le han dejado solo en su denuncia contra actuacione­s arbitrales de juzgado de guardia. Es verdad que hay que colaborar para que los árbitros puedan ejercer su labor con la indispensa­ble autoridad. Pero esa autoridad hay que ganarla con una buena gestión. Es decir, sin cometer errores clamorosos, o

Es un error dejar solo a Piqué cuando denuncia fallos arbitrales clamorosos, como los del partido de San Mamés

sabiendo aceptar las críticas razonadas cuando las equivocaci­ones se producen. No creo que el papel de los jugadores tenga que ser el de comentaris­tas habituales de las actuacione­s de los colegiados. Pero cuando se producen desastres del nivel del que protagoniz­ó Fernández Borbalán en San Mamés, permitiend­o al Athletic acciones defensivas de bloqueo propias del balonmano, no hay motivos para el silencio.

Decía Luis Enrique que Piqué ya es “mayorcito” y sabrá lo que hace, pero que “lo fácil es quejarse y llorar” y lo obligado es “proteger el fútbol”. No veo contradicc­ión alguna en Piqué. Precisamen­te para proteger el fútbol, a veces hay que denunciar las torpezas de terceros, sobre todo si son tan claras que producen vergüenza ajena.

Tampoco parece acertado presionar a los jugadores que no querían ir a Zurich, para concentrar­se en su obligación principal, que era preparar el partido de vuelta contra el Athletic. Demasiado buenismo, en suma. Suerte que Messi volvió a patear con habilidad y puntería sencillame­nte prodigiosa­s.

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