Una propuesta para el desarrollo de la cultura
La cultura debe contribuir a reducir los escandalosos niveles de paro entre los jóvenes
Tenemos ya un Gobierno en plenas funciones, y aunque no es el que muchos querríamos, es democrático y legítimo, y con él tendremos que negociar, acordar y oponernos cuando sea necesario. Pero de entrada, ya hay cosas que vuelven a sorprender y que no se entienden. ¿Por qué la derecha siempre prescinde de un ministerio dedicado a la cultura? ¿No creen en la cultura como derecho? ¿No consideran que nuestra industria cultural y creativa deba potenciarse como un sector económico que crea riqueza y puestos de trabajo?
Según el Anuario de Estadísticas Culturales 2014, el sector aporta el 3,4% del PIB y genera el 2,8% del empleo total en España. Las actividades culturales ocupan a más de 485.000 personas, y el número de empresas relacionadas creció en 2013 hasta las 108.556.
España es uno de los países con mayor y mejor patrimonio histórico. Los españoles compartimos lengua con más de 400 millones de hispanohablantes. Tenemos una diversidad lingüística y cultural que nos da un potencial enorme, y empresas y artistas de primer nivel en todos los sectores de la creación. Todo ello justificaría de sobra un ministerio propio.
La legislatura que concluyó en octubre de 2015 fue muy negativa para la cultura. La no aprobación de una Ley del Mecenazgo, el incremento en 13 puntos del IVA, el espectáculo lamentable de la copia privada y la Ley de Propiedad Intelectual han dejado un panorama devastador.
Abordando el futuro con seriedad, el nuevo Gobierno debería antes que nada considerar la cultura una cuestión de Estado y promover un acuerdo social y político que la convierta en una prioridad. Y eso solo será posible mediante el diálogo con el sector y el conjunto de las administraciones públicas y fuerzas parlamentarias. En un país pluricultural y plurilingüístico, es esencial que la cooperación sea el método de trabajo habitual.
Para concretar este acuerdo, se debería crear el Consejo Estatal de la Cultura cuyos ejes de trabajo contemplen la autonomía de la cultura respecto de las circunstancias políticas que rodean la realidad gubernamental y presupuestaria; promover la centralidad de la cultura en el contexto global de la política; instar el desarrollo estructural de las políticas culturales en términos sociales y jurídicos, y asegurar la objetividad de la gestión pública.
La cultura se debe reconocer como un derecho que tiene que proteger los poderes públicos. Y como uno de los sectores de oportunidad de desarrollo más dinámicos, hay que tomar conciencia de su potencialidad y entender la cultura no solo como derecho sino como recurso. La cultura debe contribuir a reducir los escandalosos niveles de paro entre los jóvenes. La contribución de la cultura a la economía española tiene que aumentar para convergir con el conjunto de la UE.
Nuestra cultura necesita de los poderes públicos actuaciones urgentes. Debe modificarse la Ley del Patrimonio Artístico y Cultural. Debe confeccionarse un plan para fomentar la creación cultural y las industrias culturales. Debe adoptarse una ley que reconozca la pluralidad lingüística. Debe promoverse la imprescindible recuperación de la educación artística y cultural en la enseñanza obligatoria. Debe resolverse el vacío legal de las titulaciones superiores en las enseñanzas artísticas. Debe desarrollarse un estatuto del artista que contemple la singularidad de su contratación, así como la de los técnicos que trabajan en el sector. Debe bajarse el IVA. Por último, debe aprobarse una Ley de la Participación Social y del Mecenazgo y reformar la de Propiedad intelectual.
Es evidente que todo este conjunto de realidades y datos justifica la existencia de un Ministerio de Cultura. Y si el Gobierno insiste en su empecinamiento, debería ser entonces la secretaría de Estado la que desarrolle sin más demora esa política que contemple la cultura como derecho y como creadora de riqueza y puestos de trabajo.
Tras una legislatura con la cultura en el dique seco, hay que activar todos los mecanismos para que nuestros creadores e industria cultural desarrollen todas sus potencialidades y recuperen el papel que les corresponde en el marco europeo e internacional.