Trump tropieza consigo mismo
Incluso antes de llegar a asumir la presidencia de EE.UU., Donald Trump ha tropezado consigo mismo. En declaraciones a The
Wall Street Journal se ha lamentado de la rápida apreciación del dólar: “Ahora, nuestras empresas no pueden competir con ellas [las empresas chinas] porque nuestra moneda es demasiado fuerte. Y nos está matando”, afirmó. La paradoja es que esa súbita apreciación de la divisa se debe precisamente a los anuncios de Trump, que los mercados se han creído y pese a que, contra lo que él sugiere, China lleva mucho tiempo gastando sus reservas para evitar la depreciación del yuan.
Trump ha prometido menos impuestos y más gastos, lo que los inversores interpretan como anuncio de más déficit fiscal. Los mercados han interpretado, correctamente, que para financiar esos déficit serán necesarios tipos de interés bastante más altos que los actuales. Conclusión, el dólar dará más beneficio. Y todos se han abalanzado hacia la ventanilla de las compras... y el billete verde ha subido.
En esas condiciones, el teórico objetivo de Trump de reducir el déficit comercial será misión imposible (las importaciones se abaratan y las exportaciones se encarecen), con lo que aún se antoja más difícil recuperar la ocupación industrial en el país, otro de sus objetivos confesos.
Así las cosas, Trump llega a la toma de posesión sin haber despejado las principales incógnitas sobre cuál será el pivote de su política económica. Sus declaraciones, sobre todo vía tuit, anuncian una política industrial-proteccionista bajo un paraguas nacionalista. Y no se trata de un simple cálculo oportunista resucitado para la campaña electoral. El nuevo presidente lleva desde los años ochenta del siglo pasado haciendo campaña contra el libre comercio, incluso en pleno mandato de Ronald Regan, pagando anuncios a toda página contra los acuerdos comerciales internacionales.
Pero, por otro lado, ha anunciado el retorno a la libertad financiera, la desregulación tan querida en Wall Street, para lo que cuenta con un nutrido equipo de ejecutivos de Goldamn Sachs, la encarnación por antonomasia del dinero desmadrado. No parece posible mantener la cohesión de un gobierno que, a la vez, reprime la globalización industrial y fomenta la financiera. Por aquí puede venir la primera crisis del Gobierno de Trump.