Vidas sepultadas.
Un alud monstruoso sepulta un hotel de lujo donde había 30 personas
Una treintena de personas permanecían desaparecidas al cierre de esta edición bajo los escombros de un hotel de lujo, que fue arrasado por un alud gigantesco en el macizo italiano del Gran Sasso.
El terremoto se alió diabólicamente con la nieve y desencadenó el apocalipsis. Un alud de dimensiones monstruosas, en la falda del Gran Sasso, el macizo montañoso más famoso de la Italia central, aplastó un hotel de lujo, de tres plantas, y sepultó a una treintena de personas en su interior. A la hora de cerrar esta edición se habían recuperado cuatro cadáveres y menguaban, de hora en hora, las esperanzas de hallar todavía a alguien con vida, aunque los equipos de rescate trabajaban sin pausa, en duras condiciones y lo harían toda la noche. Dos huéspedes se salvaron porque tuvieron la fortuna de hallarse en el exterior cuando sobrevino la avalancha.
El desastre se produjo a media tarde del miércoles, el día en que la región de los Abruzos volvió a ser sacudida por una cadena de seísmos, cuatro de ellos de magnitud superior a 5, todo ello en plena emergencia por las intensas nevadas, el frío, el hielo, el corte de carreteras, la interrupción del suministro eléctrico y la presencia de precarias estructuras provisionales desde los seísmos de agosto y octubre pasados.
Se cree que parte de los huéspedes del hotel Rigopiano, en vista de las condiciones, querían abandonar el hotel y esperaban a que las máquinas quitanieves despejaran la carretera que conduce al pueblo más cercano, Farindola, a unos diez kilómetros, en dirección al Adriático.
No se sabe por qué razón –pero probablemente como consecuencia de los temblores y de la enorme cantidad de nieve acumulada en la montaña– se desató el alud. Fue algo espantoso, inimaginable. Toneladas y toneladas de nieve, mezcladas con tierra, piedras y troncos comenzaron a rodar del monte hacia abajo, un rodillo infernal que iba ganando velocidad y grosor. La estructura del hotel, construido en los años setenta, no resistió el tremendo impacto. Fue como un bombardeo. Se hundieron los dos pisos superiores. La nieve y las piedras entraron hasta la planta sótano, según reflejaron las imágenes grabadas por los primeros equipos de rescate. El edificio se desplazó unos diez metros.
Uno de los supervivientes, Giampiero Parete, cocinero de profesión, de 38 años, había ido a su vehículo a buscar un medicamento para la jaqueca de su esposa. Eso le salvó la vida. También le golpeó el alud, pero más amortiguado. Segundos antes había oído un crujido y vio como la avalancha sepultaba el hotel. Parete intentó entrar en el edificio para socorrer a su mujer y sus dos hijos, pero le fue imposible dar con ellos. El encargado de mantenimiento del hotel también se salvó. Ambos se refugiaron del frío en el coche, y pidieron ayuda por teléfono.
Llegar hasta el hotel se convirtió en una odisea, incluso para los contingentes de socorro alpino. Fueron diez kilómetros interminables, en plena noche. Había un muro de nieve de varios metros en algunos lugares. Resultaba imposible avanzar con vehículos. Una primera columna de rescate llegó a pie y esquiando al hotel sobre las 4.30 de la mañana. En cuanto ama-
SÓLO DOS SUPERVIVIENTES Cuatro cadáveres han sido recuperados, pero se teme que el balance mortal crezca CARRETERA IMPRACTICABLE El equipo de rescate tarda toda la noche en llegar al lugar, a pie y esquiando
neció pudieron usarse helicópteros para evacuar a los dos supervivientes, que sufrían hipotermia pero estaban bien. Poco a poco, entre enormes dificultades, llegaron más medios de socorro, entre ellos un vehículo oruga. La tarea prioritaria era abrirse camino en la nieve y detectar signos de vida en el interior de la estructura semiderrumbada. Se usaron sondas especiales y unidades caninas. A la hora de redactar esta información, no se había detectado ningún ruido, ninguna señal de que alguien esté aún con vida bajo la masa de nieve, piedras y escombros. Con todo, el portavoz de los socorristas dijo que no podían descartar que se hubiera formado alguna cámara interna, intacta, en la que hubiera supervivientes, unos buenos deseos que, lamentablemente, no se habían confirmado anoche.
El jefe del Gobierno, Paolo Gentiloni, insistió en que no decaiga el esfuerzo de solidaridad nacional a pesar de tantos meses de crisis debido a los seísmos. Algunas voces, sin embargo, comenzaban a hacer reproches por la falta de medios y, sobre todo, por criterios urbanísticos como los que permitieron que se construyera un hotel –de cuatro estrellas– en un lugar con riesgo de aludes.
Los sismólogos están todavía un poco sorprendidos por la secuencia tan seguida de temblores de alta intensidad. Piensan que el fenómeno puede continuar. Alertan de que falta por activar una falla de los Apeninos, un poco más al sur. Se trata de una zona que no dio problemas ni en el terremoto de Umbría, de 1997, ni en el de L’Aquila, del 2009, ni en los del verano y otoño pasados en Amatrice, Norcia y otras localidades de los Abruzos. El temor es que, como consecuencia de los anteriores movimientos de la corteza terrestre, esta falla también libere la energía acumulada y provoque otro potente terremoto. Si las predicciones son de por sí difíciles, casi imposibles de hacer para un periodo concreto, aún resultan más complicadas porque varios sensores especiales instalados en la zona están inservibles por la nieve.
El diario La Stampa se lamentaba de la secular falta de prevención en Italia, en cuanto a criterios de construcción y de mantenimiento de edificios, pese a los frecuentes terremotos, y reclamaba un drástico cambio cultural. El periódico turinés recordaba que el país no hizo el debido caso al gran grito de alarma que fue el devastador terremoto –y tsunami– de Regio Calabria y Mesina, en 1908, mientras que Estados Unidos y Japón sí aprendieron la lección de sus seísmos en San Francisco, en 1906, y en Yokohama, en 1923.