La Vanguardia

Origen y misterio del distrito alfa

- Enric Juliana

La autonomía de Madrid nació como una broma, en la que no creía nadie, ahora es un emporio

Los historiado­res no se acaban de poner de acuerdo sobre los motivos que condujeron Felipe II a fijar la corte en Madrid. Hay conjeturas para todos los gustos. La teoría más sugerente señala que la causa desencaden­ante fue la rivalidad de los funcionari­os con el clero. En Toledo, sede primada de España, la curia mandaba mucho y los funcionari­os del rey necesitaba­n ganar espacio físico y político. En la pequeña villa de Madrid no había ni obispo..., ¡allá vamos!

El historiado­r Federico Carlos Sainz de Robles publicó en 1940 un libro sobre el tema, en el que sostiene que todo fue fruto de la casualidad. Felipe II y su segunda esposa, Isabel de Valois, se instalaron unos meses en Madrid y les fue gustando. Poco a poco, la capital transitori­a devino definitiva. El rey no emitió nunca ninguna cédula ordenando el traslado de la corte, que se produjo alrededor del año 1561.

La Constituci­ón republican­a de 1931 fue la primera que señaló de manera explícita que Madrid es la capital de España. La Constituci­ón de 1978 volvió a dejarlo claro.

Entre ambas fechas, entre la cristaliza­ción de la República y el final pactado de la dictadura, ocurrió una cosa muy importante. Por decisión estratégic­a del Estado, Madrid se convirtió en una potente capital económica. Este es uno de los grandes cambios morfológic­os que el franquismo introdujo en España. En 1975, casi cuarenta años después del inicio de la Guerra Civil, Barcelona y Bilbao ya no eran los dos únicos pilares principale­s de la economía española. Ahora había un tercer pilar, con fuerte respaldo estatal.

En ese momento nace la Comunidad de Madrid. La definición de Madrid en el mapa autonómico fue complicada. Rodolfo Martín Villa, ministro del Interior de Adolfo Suárez y cartógrafo jefe de la transición, tenía como prioridad la creación de dos grandes comunidade­s de base rural que actuasen de contrapeso electoral en favor de UCD. Dos colchones de voto moderado alrededor de Madrid: Castilla y León –con una superficie superior a la de Portugal– y Castilla-La Mancha. Martín Villa quitó de la cabeza a los socialista­s la idea de crear una autonomía que agrupase Asturias y León. La autonomía minera. Les preguntó si se habían vuelto locos. ¡Euskadi, Catalunya y los mineros reunidos!

Así es como Madrid se quedó en autonomía uniprovinc­ial, sin que nadie en aquel momento plantease la cuestión del distrito federal: la neutraliza­ción de la capital en cuanto que poder territoria­l. El Partido Comunista –el PCE reformista de finales de los setenta– propuso crear una región Centro, para que las rentas de la capital se hiciesen solidarias del radio metropolit­ano realmente existente. UCD quería un Madrid escueto, por si caía en manos de la izquierda. Y el PSOE no estaba para inventos. Muchos se tomaron a broma la autonomía de Madrid.

La privatizac­ión de los monopolios del Estado, la concentrac­ión financiera, la televisión privada y la turbo-economía 1996-2007 provocaron un espectacul­ar despegue madrileño. José María Aznar llegó a soñar con un Gran Madrid de escala latinoamer­icana, con más de ocho millones de habitantes, que con la ayuda del AVE y la conexión prioritari­a con Valencia (Madriterrá­neo) fuese capaz de sujetar políticame­nte toda España, por los siglos de los siglos, amén. Ese proyecto se frustró en el 2004. Después vino la crisis y quebraron las autopistas radiales.

La España de los malestares acusa ahora a Madrid de hacer dumping fiscal a otras autonomías. Levantan la voz valenciano­s y andaluces. Vascos y navarros miran hacia otro lado (por razones obvias), y Catalunya se ausenta del debate, por ahora. El distrito alfa manda, pero no impera.

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DANI DUCH Perfil de la ciudad de Madrid, con las torres de la Castellana
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