¿Qué es el socialismo?
Hay que empezar por refutar la respuesta que dio Claudio Martelli: “El socialismo es lo que hacen los socialistas”
No voy a escribir la enésima necrológica de la socialdemocracia. Las hemerotecas están llenas de cantos fúnebres de sus agoreros. Al contrario. De igual manera que la socialdemocracia vinculó las clases medias con las instituciones liberales tras la Segunda Guerra Mundial, su puesta al día debería servir hoy para rescatar a esas clases medias europeas de la deriva populista que ha propiciado la crisis. Porque, como explicó Tony Judt, fue el temor y la desafección de la clase media lo que propició el auge del fascismo: “Volver a traerla a la democracia fue la tarea más importante de los políticos de la posguerra”. Esta es también la tarea que debe afrontar hoy la socialdemocracia europea. Para hacerlo, debe preguntarse qué es el socialismo en el siglo XXI y refutar la respuesta que dio Claudio Martelli, colaborador de Bettino Craxi: “El socialismo es lo que hacen los socialistas”.
Fue precisamente esta tautología, similar al proverbio chino que importó Felipe González –“No importa que el gato sea blanco o negro; lo importante es que cace ratones”–, el detonante de la crisis de la socialdemocracia. No estamos sólo ante un problema
técnico, propiciado por la globalización económica –la ruptura del equilibrio entre la producción, que ha traspasado las fronteras nacionales, y la redistribución, regulada por los estados–, sino que paralelamente la socialdemocracia ha ido abandonando su relato en favor de la praxis tecnocrática. El resultado: la gestión socialdemócrata ha entrado en un callejón sin salida. Si propone una política económica distinta, es tachada de utópica; si administra el rigor, se confunde con la derecha. La respuesta, por tanto, no debe limitarse a redefinir la técnica redistributiva en el marco de la globalización, sino que debe reescribir también el relato.
En Francia, en la campaña de las primarias del PS, Manuel Valls ha acuñado la expresión nación educativa, en referencia al papel central de la educación. Se trata de una propuesta que enlaza con el concepto de meritocracia que está en los orígenes del ideario socialdemócrata: la necesidad de sustituir la selección basada en la herencia por la movilidad ascendente mediante la educación. Michel Rocard lo dijo de otra manera: “Los derechos ciudadanos no se resumen en las conquistas sociales. El verdadero socialismo es el acceso de todos a las actividades del espíritu”. Esta puesta al día del relato exige renovar su vocación internacionalista. “Los socialdemócratas tienen que volver a aprender a pensar más allá de sus fronteras: hay algo profundamente incoherente en una política que descansa en las aspiraciones de igualdad o justicia social y que es sorda a desafíos éticos más amplios y a los ideales humanitarios” (Judt).
No sé si Patxi López, que acaba de presentar su candidatura para liderar el PSOE, está preparado para afrontar estos retos. En todo caso, su experiencia como lehendakari le habilita para administrar la complejidad y el conflicto. No encuentro en el mensaje de Susana Díaz, que practica aquel socialismo tautológico de Martelli, los mimbres necesarios para liderar un proyecto regeneracionista de Despeñaperros para arriba.