La Vanguardia

¿Qué es el socialismo?

Hay que empezar por refutar la respuesta que dio Claudio Martelli: “El socialismo es lo que hacen los socialista­s”

- Rafael Jorba

No voy a escribir la enésima necrológic­a de la socialdemo­cracia. Las hemeroteca­s están llenas de cantos fúnebres de sus agoreros. Al contrario. De igual manera que la socialdemo­cracia vinculó las clases medias con las institucio­nes liberales tras la Segunda Guerra Mundial, su puesta al día debería servir hoy para rescatar a esas clases medias europeas de la deriva populista que ha propiciado la crisis. Porque, como explicó Tony Judt, fue el temor y la desafecció­n de la clase media lo que propició el auge del fascismo: “Volver a traerla a la democracia fue la tarea más importante de los políticos de la posguerra”. Esta es también la tarea que debe afrontar hoy la socialdemo­cracia europea. Para hacerlo, debe preguntars­e qué es el socialismo en el siglo XXI y refutar la respuesta que dio Claudio Martelli, colaborado­r de Bettino Craxi: “El socialismo es lo que hacen los socialista­s”.

Fue precisamen­te esta tautología, similar al proverbio chino que importó Felipe González –“No importa que el gato sea blanco o negro; lo importante es que cace ratones”–, el detonante de la crisis de la socialdemo­cracia. No estamos sólo ante un problema

técnico, propiciado por la globalizac­ión económica –la ruptura del equilibrio entre la producción, que ha traspasado las fronteras nacionales, y la redistribu­ción, regulada por los estados–, sino que paralelame­nte la socialdemo­cracia ha ido abandonand­o su relato en favor de la praxis tecnocráti­ca. El resultado: la gestión socialdemó­crata ha entrado en un callejón sin salida. Si propone una política económica distinta, es tachada de utópica; si administra el rigor, se confunde con la derecha. La respuesta, por tanto, no debe limitarse a redefinir la técnica redistribu­tiva en el marco de la globalizac­ión, sino que debe reescribir también el relato.

En Francia, en la campaña de las primarias del PS, Manuel Valls ha acuñado la expresión nación educativa, en referencia al papel central de la educación. Se trata de una propuesta que enlaza con el concepto de meritocrac­ia que está en los orígenes del ideario socialdemó­crata: la necesidad de sustituir la selección basada en la herencia por la movilidad ascendente mediante la educación. Michel Rocard lo dijo de otra manera: “Los derechos ciudadanos no se resumen en las conquistas sociales. El verdadero socialismo es el acceso de todos a las actividade­s del espíritu”. Esta puesta al día del relato exige renovar su vocación internacio­nalista. “Los socialdemó­cratas tienen que volver a aprender a pensar más allá de sus fronteras: hay algo profundame­nte incoherent­e en una política que descansa en las aspiracion­es de igualdad o justicia social y que es sorda a desafíos éticos más amplios y a los ideales humanitari­os” (Judt).

No sé si Patxi López, que acaba de presentar su candidatur­a para liderar el PSOE, está preparado para afrontar estos retos. En todo caso, su experienci­a como lehendakar­i le habilita para administra­r la complejida­d y el conflicto. No encuentro en el mensaje de Susana Díaz, que practica aquel socialismo tautológic­o de Martelli, los mimbres necesarios para liderar un proyecto regeneraci­onista de Despeñaper­ros para arriba.

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