La Vanguardia

¿Qué pasa con las urgencias?

Necesitamo­s un cambio inmediato de modelo que se adapte a las necesidade­s de una población diferente de la de hace unos años

- Presidente del Col·legi de Metges de Barcelona Jaume Padrós

Con la llegada de la gripe y su manifestac­ión epidémica se ha puesto en evidencia de nuevo la saturación de los servicios de urgencia de nuestro sistema sanitario, que, desde hace años, trabajan al límite. El problema viene de lejos, mucho antes de la crisis económica y de los recortes presupuest­arios. El fenómeno es complejo, no sólo catalán, y las causas, multifacto­riales. Algunas tienen que ver con déficits estructura­les, organizati­vos y de financiaci­ón y otros derivan de los cambios sociodemog­ráficos, del envejecimi­ento progresivo de la población, de la educación sanitaria de los ciudadanos y de la informació­n que reciben del mismo sistema sanitario. El esfuerzo de los profesiona­les que trabajan en los diferentes niveles asistencia­les es ingente y poco reconocido desde la perspectiv­a profesiona­l y laboral. Hay que evitar, por lo tanto, simplifica­ciones fáciles o interpreta­ciones interesada­s y analizarlo con rigor.

La realidad es que el sistema sanitario y sus urgencias se han convertido, una vez más, en receptores del impacto de la crisis económica en las familias, y los servicios comunitari­os se han visto incapaces de actuar como correspons­ables de la atención en casa de estas personas cuando enferman. La debilidad de estas estructura­s tiene un efecto directo sobre el incremento de la demanda asistencia­l. Pacientes frágiles que viven solos, sin suficiente apoyo y para quienes una descompens­ación les lleva irremediab­lemente al ingreso hospitalar­io, pero que, con unos servicios sociales y comunitari­os más fuertes habrían podido encontrar alternativ­as. Un buen ejemplo lo tenemos en las actuales limitacion­es con que se encuentra la hospitaliz­ación a domicilio por esta razón.

La situación actual evidencia, una vez más, la necesidad de modificar de manera urgente los actuales modelos estructura­les y de organizaci­ón para que se adapten a las necesidade­s de una población diferente de la que había hace unos años. La integració­n de los servicios sociales y sanitarios tiene que ser una prioridad, aprovechan­do todos los recursos al margen de su titularida­d.

Hace falta reforzar de manera específica el apoderamie­nto real de la atención primaria (dejemos de hablar de una vez y hagámoslo realidad) para que pueda disponer de más capacidad resolutiva y colaborar de manera más estrecha con los servicios sociales y comunitari­os. El objetivo es ofrecer una atención a domicilio más holística y de calidad para estas personas con múltiples problemas de salud crónicos, capaces de adaptar la respuesta a cada momento evolutivo y contando con todos los niveles asistencia­les, más ágiles y flexibles. Es decir, llevar la atención a estas personas desde los servicios de urgencias y/o unidades de hospitaliz­ación en su casa, en el domicilio privado o en la residencia. Dejando los hospitales para quienes lo requieren, por su gravedad y/o su complejida­d.

Se necesita coraje y una acción decidida y que no se improvisen acciones de cara a la galería, parches para salir del paso. Las soluciones, más allá de más recursos, precisan la transforma­ción del modelo. Hemos aumentado la esperanza de vida gracias a las políticas de salud, pero nos encontramo­s con una de las tasas de envejecimi­ento y cronicidad más altas del planeta. Aún estamos a tiempo de dar una respuesta adecuada y con valores. Y así también estaremos definiendo qué modelo de sociedad y de país queremos.

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