Las bacterias del metro
Un estudio del CSIC detecta en el aire del suburbano menos virus que en un ambulatorio o un aeropuerto
La estación de Rocafort de la línea 1 del metro, la roja, arrastra una leyenda urbana. Antiguo refugio antiaéreo en 1936, algunos trabajadores han creído ver aquí presencias fantasmales. Un estudio del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) acaba de recordar ahora la importancia de otras presencias invisibles pero bien reales en el metro de Barcelona: los microorganismos.
El trabajo podría contribuir a la predicción de los episodios de gripe. Los autores son expertos del Centro de Estudios Avanzados de Blanes y el Instituto de Diagnosis Ambiental y Estudios del Agua, que han publicado sus conclusiones en Indoor Air Journal, una revista internacional considerada la biblia por los investigadores de la calidad ambiental de los edificios. No es un asunto baladí, si se tiene en cuenta “que nos pasamos el 90% del tiempo en espacios cerrados, donde el aire podría ser un canal de transmisión de patógenos”, explica Xavier Triadó, que ha llevado el peso de la investigación.
Resulta curioso que lo diga este joven doctor en Biología, especialista en ecología microbiana acuática y aérea, que ha hecho muchas de sus pesquisas en lagos de alta montaña. Nadie como él para valorar la importancia del aire que respiramos. ¿Y qué respiramos en el metro?
La mayor parte de los microorganismos encontrados (10.000 bacterias por metro cúbico de aire) “son inocuos para las personas”, sostiene el estudio. Las bacterias de origen humano, incluidas las que son patógenos potenciales, “presentan una proporción por debajo del 2%”. Los propios investigadores reconocen que se trata sólo de un estudio preliminar, una primera aproximación que habrá que ampliar, pero la presencia de virus “era notablemente más baja que la detectada en otros estudios realizados en centros de salud o aeropuertos”. Una de las causas podría ser la elevada renovación de aire que se registra en las estaciones, entre otras cosas por el efecto bombeo de la entrada y salida de los convoyes. Pero el estudio, que pretende evaluar la calidad del aire del metro y proponer medidas de mejora, también reconoce que las muestras se tomaron en momentos con una afluencia de usuarios media-baja.
“La calidad del aire es uno de los aspectos de los viajes en metro que no reciben demasiada atención, a pesar de que el aire subterráneo puede contener contaminantes procedentes del tráfico, que entran a través de los sistemas de ventilación y de los vestíbulos de las estaciones”, explica Teresa Moreno, otra de las científicas que ha participado en el proyecto, fruto de los acuerdos de colaboración entre el CSIC y TMB. Más de cien millones de pasajeros (1,25 millones en Barcelona) viajan cada día en los metros de 200 ciudades. Aunque los autores son prudentes, los datos obtenidos podrían demostrar que la mayor o menor presencia de partículas víricas en los vagones e instalaciones del metro “tienen un cierto poder predictivo de los episodios de gripe”.
Los científicos estudian si se pueden predecir episodios de gripe gracias al análisis de vagones y pasillos