La Vanguardia

La guerra de Snowden

- Albert Montagut

En unamiradah­aciala historia convendría­mos que la llamada guerra fría fue una tercera guerra mundial en la que el campo de batalla fueron Cuba, Vietnam, Chile, Argentina… y las calles de Viena, Moscú, Berlín y Washington DC. Miles de personas perecieron durante el conflicto.

Aquella guerra terminó cuando Ronald Regan desplegó la tecnología de un programa de defensa que demostró que el imperio soviético no tenía recursos. EE.UU. vivió entonces unos años de liderazgo absoluto y los muros de la URSS se derrumbaro­n para siempre.

La historia explica que en aquel mismo periodo de tiempo el software y el hardware se convirtier­on en productos manufactur­ados y al alcance de todos. China entró en un juego al que también se apuntó Corea del Norte. Rusia emergió de nuevo y el statu quo volvió a cambiar.

Desde su primer periodo presidenci­al y pasando por su ficticio retiro político, Vladímir Putin soñó con hacer renacer a Rusia de las cenizas de la extinta URSS. Putin no sólo se hizo fuerte con agresiones militares convencion­ales, también desarrolló una ofensiva informátic­a de la que ahora conocemos sus primeras victorias.

La guerra de las pantallas se está librando desde hace tiempo. Lo que ahora emerge es la punta de un iceberg que golpea a estados, gobiernos, bancos y ciudadanos, y pone en peligro la estabilida­d global.

WikiLeaks, los papeles de Panamá, la penetració­n coreana y china en los entramados bancarios europeos o la alteración del proceso electoral americano son ejemplos de esta nueva guerra donde los servicios de inteligenc­ia, los analistas, las empresas de los Silicon Valley del mundo, las telecomuni­caciones y las redes sociales son las nuevas fichas del tablero.

Lo peor de los ciberataqu­es de Rusia a EE.UU. no es el debilitami­ento del propio proceso electoral americano y la alarmante falta de respuesta de Washington, sino el hecho de que muchos puedan verse capaces de penetrar en el sistema para romperlo.

En esta nueva guerra destacan claramente dos nombres, además del de Putin. Los de Edward Joseph Snowden y Chelsea Manning.

Ambos traicionar­on a EE.UU. revelando informacio­nes secretas a los medios de comunicaci­ón. Mientras la segunda, un soldado varón transforma­do en mujer, ha sido indultada por Obama, el primero permanece en Rusia asilado. Nadie sabe nada de él ni su relación con la ofensiva cibernétic­a rusa.

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