Falta seducir
El Barça venció al fin el maleficio de Anoeta gracias a un partido poco destacable en términos de belleza pero aprovechable anímicamente tanto para sacudirse la mencionada maldición como para enfilar el camino hacia las semifinales de Copa.
Llegaban tan escarmentados y advertidos los azulgrana a la escena del crimen que supeditaron descaradamente su juego al de la Real, afeando el partido se diría que a propósito porque de lo que se trataba era de sacar un buen resultado por encima de otras consideraciones. Le cuesta horrores al Barça encadenar un par de buenos partidos y dar motivos para volver a seducir sin condiciones. A la goleada convincente lograda contra el Las Palmas le seguió en Donosti una actuación desconcertante, salvada por el 0-1, correcta en la primera parte mientras Iniesta interpretó lo que necesitaba el equipo, pero deficiente tras el entreacto, sin apenas fútbol que llevarse a la boca.
La titularidad de Rakitic, muy esperada, tampoco despejó esta vez las dudas acerca de quién debe ser el propietario de la que fue su demarcación. El croata no despierta y el casting para relevarle se va alargando dando la sensación de que esa indefinición está perjudicando demasiado el equilibrio y la fluidez de un centro del campo sin enlaces válidos entre Busquets y Messi cuando Iniesta falta. Extraño caso el de Rakitic, pieza fundamental no hace tanto. Debería estar aprovechando su madurez por edad (28) y temporadas en azulgrana (la tercera, la idónea para disfrutar) y en cambio se le ve deprimido.
La victoria del Barça, mezclada con las dos derrotas del Madrid, trae calma a un club con inclinación natural al estrés. La nueva consigna comunicativa pasa por mantener esta tranquilidad al menos durante un mes, el periodo equivalente a los seis partidos que faltan hasta que vuelva la Champions. Se intuyen días apacibles. Robert Fernández habló de la renovación de Messi con normalidad y Carlos Naval separó al argentino del árbitro para evitar problemas. Naturalidad al fin.